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sábado, 29 de octubre de 2011

Avances de la investigación sobre el crimen contra jóvenes univesitarios

Avances de la investigación sobre el crimen contra jóvenes univesitarios


TEGUCIGALPA.- “Solo escuchamos cuatro disparos como a las 2:10 de la mañana”, cuentan con temor los moradores de la aldea Villa Real, ubicada a unos cuatro kilómetros del desvío de la carretera al sur.
Las cuatro detonaciones de arma de fuego que se mezclaron con las ráfagas de viento que soplaban la madrugada del domingo por las solitarias calles del sector, eran los proyectiles que terminaron con la vida de dos jóvenes universitarios.
Los pobladores de la aldea Villa Real están aterrados por el suceso y temen cruzar tarde por la zona del crimen.
Rafael Alejando Vargas Castellanos, hijo de la rectora de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), Julieta Castellanos, y Carlos David Pineda Rodríguez, cursante de la carrera de Ciencias Jurídicas, eran las víctimas de supuestos policías sicarios.
Algunos de los moradores mientras pasaban por la escena del crimen, -una hondonada, con piedras sueltas, zacate y tierra barrosa donde al final se escucha el paso de una corriente de agua en medio de dos montañas- un tanto apresurados dicen que solo escucharon cuatro disparos como a las 2:10 de la madrugada.
HALLAZGO
Al consultárseles si escucharon motores de carros o vieron luces de sirena de patrullas, responden que “no logramos escuchar, ni ver nada más, porque de aquí a donde vivimos está un poco lejos todavía”.
“Aunque sospechábamos que habían matado a alguien fue como a las 5:20 de la mañana cuando salíamos a trabajar que nos dimos cuenta, porque a la orilla de la calle estaban las manchas de sangre y en el barranco los cuerpos de los muchachos”.
Otras personas expresan su preocupación debido a que en los últimos días han visto entrar a cada momento patrullas de la Policía Preventiva y carros particulares sin placas a inspeccionar la zona del crimen.
También se sorprendieron porque ayer por la mañana los restos de sangre seguían en la orilla de la calle, pero por la tarde, lo único que estaba era un orificio, donde se notaba que se habían llevado la tierra donde se encontraban los restos. Seguramente eran los fiscales para tomar las muestras de sangre.
Indican que, por lo general, en esa zona no hay presencia policial y que es utilizada como botadero de cadáveres o llegan a matar personas en horas de la noche o la madrugada.
“A las cinco de la tarde es rara la persona que pasa por esta calle, porque nos da miedo encontrarnos con matones o personas extrañas”, manifiestan, casi en coro, un grupo de habitantes que caminan aceleradamente a refugiarse temprano en sus hogares.
PERSECUCIÓN
Solitario y tenebroso es el lugar donde ultimaron al hijo de la rectora y su amigo.
Indagaciones realizadas por LA TRIBUNA, en base a un requerimiento que está en los tribunales de Comayagüela, revelan que los dos universitarios habrían salido alrededor de la 1:00 de la madrugada de una reunión que había en la casa del ex ministro de la Presidencia, Enrique Flores Lanza, en la colonia Miraflores de Tegucigalpa.
Al salir habrían tomado la calle que conduce al retorno ubicado frente a la Corte Suprema de Justicia (CSJ), para llegar al bulevar Fuerzas Armadas (FF AA) y dar la vuelta frente al Metro-Mall, en dirección al bulevar Comunidad Económica Europea.
Unos metros antes de llegar al desvío de la colonia La Pradera, por la empresa Camiones y Motores, S.A. (Camosa), supuestamente se encontraba un operativo policial, donde los elementos les habrían indicado que se detuvieran.
Al parecer, los jóvenes no accedieron y aceleraron su vehículo, marca Toyota Rav 4, color champagne, y de inmediato una patrulla comenzó la persecución de la camioneta que se habría dirigido por la calle Los Alcaldes (carretera al Batallón), en donde se presume que les comenzaron a disparar.
Los vehículos habrían continuado a alta velocidad hasta llegar a inmediaciones de la colonia Las Torres, de donde se desviaron a la colonia América, y antes de llegar a la gasolinera del mismo nombre los hirieron dándoles alcance.
RECORRIDO DE LA MUERTE
Al interceptarlos, se supone que los policías les solicitaron la documentación y hubo intercambio de palabras; luego habrían amenazado a los jóvenes para trasladarlos a la solitaria aldea Villa Real, al sur de la capital.
Sin embargo, antes el conductor del vehículo donde se transportaban los jóvenes habría sido relegado de su puesto y tomó el volante uno de los supuestos policías sicarios.
Ya reducidos a la impotencia, la patrulla y el vehículo habrían salido en dirección al anillo periférico para desviarse a Loarque y pasaron sin dar sospecha por la estación policial de ese sector.
Los guantes utilizados por las autoridades es lo único que quedó en el lugar.
Luego habrían llegado al kilómetro 13 de la carretera al sur para desviarse a la mencionada aldea, por un camino tenebroso, alumbrado únicamente por el resplandor de la luna, debido a que no hay electricidad en ese sector.
La calle hacia abajo es estrecha, llena de baches y piedras, con hondonadas a los costados, donde un vehículo no puede exceder de los 40 kilómetros por hora. Está rodeada de maleza y el viento se hace eco en las montañas.
Metros antes de llegar a un punto donde pasa una quebrada y que se unen dos cerros, en una pronunciada curva, los matones supuestamente detuvieron la marcha de los vehículos para luego ejecutar a los dos muchachos.
Según las investigaciones, los muchachos –ya heridos– fueron rematados en ese lugar y lanzados al abismo de unos 10 metros de profundidad. Después los victimarios se regresaron, dejando abandonado el vehículo en la entrada de la colonia Santa Rosa.
Al parecer, todas la evidencias de la zona del crimen fueron recolectadas por las autoridades y lo único que yace en el lugar son decenas de guantes usados por los elementos encargados de la investigación.

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