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sábado, 30 de julio de 2011

Y … también los evangélicos

Nuestra Palabra, Editorial Radio Progreso

A medida que nuestro mundo se va modernizando se da una separación de instancias y funciones en la sociedad. Se convierte en una “sociedad diferenciada” donde el ámbito de lo político, de lo económico, de lo social, lo cultural y lo religioso tienen su propia dinámica de funcionamiento y caminan separados. Sin embargo, en nuestro país las cosas no son así y, concretamente, el mundo de lo político se entrecruza fácilmente con el religioso.
El informe de la Comisión de la Verdad al analizar las causas del “golpe de estado” afirmaba que “en Honduras, desde hace algún tiempo, las élites políticas han necesitado y acudido a las iglesias y a las altas jerarquías religiosas para lograr gobernabilidad en momentos de crisis, para obtener credibilidad ante ciertas políticas, para impulsar reformas políticas institucionales e, inclusive, los gobiernos han involucrado a las jerarquías religiosas en actos y funciones del Estado”. Y esto explica la crítica y el rechazo que se hizo con la cúpula de la Iglesia Católica.
Ahora, en cambio, le toca el turno al mundo a las Iglesias Evangélicas. Ha sido propiciado por la Jornada de Oración y Ungimiento “Salvemos a Honduras” realizada en Casa Presidencial. Al final del acto el presidente Lobo Sosa declaró que “está en el cargo porque Dios lo quiso”. Y el ministro de Religión y Culto, Carlos Portillo, dijo que “hoy se pueden abrir espacios de oración desde el Poder Ejecutivo, porque es necesario sacar a las Iglesias de las cuatro paredes, para que se escuche la Palabra de Dios en todas partes”.
No es casualidad, por lo tanto, que uno de los periódicos nacionales protestara por no respetarse que el estado moderno es un “estado laico” haciendo un recorrido histórico de los artículos constitucionales desde 1810 hasta la fecha donde se prohíbe la intromisión de la religión en la vida política. Este proceso de des-secularización llega hasta el extremo que en la “Ley Marco de la Iglesia Evangélica Nacional” se permite a los directivos, pastores y ministros evangélicos participar en política, ocupar cargos públicos y optar a cargos de elección popular.
Las Iglesias Evangélicas, como son nuevas en la vida política y social del país, están cometiendo los mismos errores que realizó el cristianismo desde el pasado colonial. Si el reciente informe de la CVR tenía como finalidad “para que los hechos no se repitan” pareciera que no han entendido el mensaje. No solamente apoyaron la ruptura del orden constitucional sino que buscan el poder, hacen alianza con él y lo instrumentalizan en beneficio propio para asegurarse crecientes cuotas de dominio institucional en la sociedad y en el campo religioso.
Y lo peor de todo es el anacronismo de pretender “restaurar” un proyecto “teológico-político” más en consonancia con el medioevo o al mundo premoderno donde la religión era el centro de la sociedad, se situaba por encima de ella y normaba en todas sus dimensiones. Corresponde, más bien, a denominaciones fundamentalistas con una visión pre-ilustrada de la realidad y una lectura dualista de la historia. Por eso, aunque pretendan legitimarlo con “masivas unciones”, jornadas de oración al estilo de la Casa Blanca y en unión estrecha con todo tipo de gobiernos neo-conservadores, no deja de ser más que una perversión de la Iglesia de Jesús y su mesianismo profético.
En conclusión, la función y presencia de las Iglesias en las sociedades actuales solo será posible si contribuyen a profundizar la democracia, la justicia, una vida digna y sin exclusión para todos. De lo contrario, acumularán poder social y político, pero nunca el “poder del Reino de Dios y su presencia liberadora”.

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