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martes, 19 de julio de 2011

Grito de un padre desesperado " Roberto Quesada "

“Responsabilizo al Señor Presidente de la República, Porfirio Lobo Sosa, de la integridad física y la vida de mi hijo, Enrique Flores Lanza… ”—abogado Enrique Flores Valeriano.

No me refiero a los padres que también se les conoce como curas, sacerdotes, obispos o cardenales y no sé que más vanos títulos terrenales por los que tantas zancadillas se dan entre ellos mismos, quienes, supuestamente, son el enlace de los simples y pecadores mortales. Según noticias aparecidas en El Libertador, el sábado pasado el cardenal Oscar Andrés Rodríguez dio manotazo y arrebató el micrófono del periodista Luis Ortiz. Estos videos aparecerán hoy lunes en algunos noticieros.

En realidad no es extraño que a un sacerdote, cardenal o lo que sea le de por dar un manotazo, o arremangarse la sotana y dirimir cualquier diferendo con alguien que le agrede a puño limpio, después de todo son seres humanos, al servicio de Dios y la iglesia, pero no por ello inmunes al pecado. Son mortales como cualquiera de nosotros, nada más que sobredimensionados por el poder económico al que avalan y respaldan e idolatrados por la ignorancia de los pueblos.

Esta aclaración es porque a raíz del informe de la Comisión de la Verdad, que mejor debería de titularse: Con mi opción de la Verdad, pese a sus falencias –como la ridiculez de decir que fue golpe al Ejecutivo y no golpe de Estado—tiene sus partes rescatables como es la voz de los propios involucrados en el golpe de Estado, quienes nos recuerdan el dicho: Por la boca muere el pez.

Por ejemplo, el testimonio del cardenal Oscar Andrés Rodríguez, el escritor e historiador Víctor Meza, lo resume en asombrosa autopregunta: “ Cómo es posible, me pregunto, que un hombre culto, cosmopolita, políglota, formado y reformado en la doctrina cristiana, su reforma y contrarreforma, sus vaivenes conceptuales y sus mareas de tradición y cambio, pueda caer en ese deslizadero de chismorreo y calumnia fácil, de comentario vulgar, de opinión cursi y ligera, de mentira gelatinosa y difamación irresponsable. ¡Cómo es eso posible!”

Por las mismas “confesiones” del cardenal han salido a luz cosas que no sabíamos, como dice la ex canciller Patricia Rodas, en licita defensa a la insinuación que hizo el Cardenal Rodríguez Maradiaga, de que no le sorprende del cardenal “ya que él es hijo de uno de los esbirros del dictador Tiburcio Carías”

Así mismo el general Romeo Vásquez Velásquez, compungido y asustado, compareció –pues fue más una comparecencia que una entrevista—a un popular programa noticioso para dar su versión de la versión que dio a la Comisión de la Verdad. El mismo Vásquez Velásquez se arrinconó solo: dio respuestas a medias, se contradijo, siendo él jefe de las Fuerzas Armadas no sabía la procedencia de otras fuerzas y otras armas frente a la embajada de Brasil en donde se encontraba el presidente Zelaya (incluso, aquí hasta lo aplazó el cardenal, pues como experto en balística el cardenal afirmó que la bala que mató al joven Isis Obed Valladares era calibre 22) ; se disculpó con doña Xiomara Castro de Zelaya, con el presidente Zelaya, con los hijos de la pareja y dejó claro que existían seres por encima de él contra los que podía hacer nada sino obedecerles (¿qué más evidencia de culpa que aquella cuando uno se disculpa?).

Con estas autodenuncias del poder militar y religioso en Honduras, quienes no solo fueron parte fundamental del golpe de Estado sino que estuvieron ciento por ciento a las órdenes de la oligarquía, de las sombras tenebrosas, ya sería suficiente, y hasta sobra, para que si realmente se busca la llamada reconciliación, pues se comience con ponerle un hasta aquí a hechos que siguen profundizando las heridas y alejándolas cada vez más de la posibilidad de que cicatricen.

La impunidad y premios a los responsables del golpe de Estado continúa intacta; y el “castigo” y humillación a quienes fueron victimas sigue su ruta que al parecer es imparable, como es el caso del encarcelamiento domiciliario y la ridícula fianza de 27 millones de lempiras contra el abogado Enrique Flores Lanza.

Conozco personalmente al abogado Enrique Flores Lanza, y no de ahora, es una persona capacitada, sencilla, humilde, honrada y que lo poco que pudiese tener lo debe a su trabajo, a su tenacidad de luchar como otro más por en la medida de las posibilidad ir viviendo una vida digna. Eso no debe de ser pecado ni razón para que se condene a nadie, por el contrario, es digno de admiración e imitación.

Al grito desesperado de un padre al que me refiero, es al padre de Enrique Flores Lanza, el también abogado Enrique Flores Valeriano, figura política hondureña, de alta credibilidad y de honorable paso por instituciones públicas, quien ha hecho público su Pronunciamiento (puede leerse completo en www.elpatriotahn.com ) en el que entre otras cosas, dice:

“Mi comparecencia no es sólo para denunciar estos hechos que avergüenzan a nuestro país y a este gobierno, sino para pronunciarnos ante el pueblo hondureño y la comunidad internacional, en los siguientes términos:
Responsabilizo al Señor Presidente de la República, Porfirio Lobo Sosa, de la integridad física y la vida de mi hijo, Enrique Flores Lanza, porque él regresó del exilio y compareció para juzgamiento ante los Tribunales, confiando en el Acuerdo de Cartagena que usted suscribió y que fue avalado por los Presidentes de Colombia y Venezuela; acuerdo que no ha sido cumplido por usted y por los Magistrados y Jueces del Poder Judicial. Su argumento y del de los Magistrados es que se le debe juzgar de conformidad con la Constitución y las leyes hondureñas. A este respecto las preguntas obligadas son: ¿si se ha de juzgar de acuerdo a estos instrumentos legales, para que sirve entonces el Acuerdo de Cartagena? ¿Se le está juzgando conforme al debido proceso de estas leyes, al establecérsele una fianza o caución que conforme al Código Procesal Penal no debe ser desmesurada o imposible de cumplir, y que debe de tomar en cuenta la condición económica y los antecedes del imputado?”

Debemos de solidarizarnos con Enrique Flores Lanza y con toda aquella y aquel compatriota que esté siendo victima de injusticias, vengan de donde vengan, que ya se ha vuelto lugar común en Honduras. Hacernos los de la vista gorda o tratar de autosugestionarnos de que el asunto no es con nosotros, de nada servirá pues los abusadores pueden estar pensando en este momento que la siguiente puerta a tocar es la tuya, para acusarte de cualquier cosa, encarcelarte con evidencias sembradas, inventarse un falso perfil tuyo y solo hasta entonces te darás cuenta de lo importante que era unirse contra la injusticia, antes de que, como dijera el poeta alemán Bertolt Brecht, sea demasiado tarde.

Nueva York NY 17 julio 2011
robertoquesada@hotmail.com

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