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martes, 19 de julio de 2011

EL RETORNO DEL MITO " VÍCTOR MEZA "

El retorno de Manuel Zelaya, ex presidente, presidente derrocado (el primero en el siglo XXI en estas honduras), político desterrado y luego reclamado, líder en vías de retiro y después conductor en ascenso, actor camino hacia el desván de la historia, como tantos ex presidentes, y posteriormente personaje principal, es, sin proponérselo él mismo, un reflejo claro de eso que algunos autores llaman “la ironía de la historia”.

Las élites empresariales y políticas, ideológicamente auxiliadas por los fundamentalistas religiosos y operativamente apoyadas por militares igualmente mentecatos y no menos mercenarios, le defenestraron del gobierno y le expulsaron del país. Luego, sorprendidos y asustados por el laberinto siniestro en que se habían metido y, de paso, habían hundido al país, se empeñaron, sin recato ni verguenza alguna, en reclamar su presencia y acelerar su regreso. Víctimas inconscientes de su inherente torpeza e idiotez política, los golpistas no vacilaron en optar por una “solución” que, sin saberlo ellos mismos, contenía en su seno la propia raíz de sus viejas preocupaciones y angustias.


Zelaya salió como un gobernante golpeado y regresó como un mito triunfante. Le expulsaron como indeseable y aceptaron traerle como un vencedor. Ni Zelaya mismo se lo esperaba ni, por lo tanto, se lo creía. Le sacaron del gobierno para introducirlo en la historia. Le expulsaron de la escena para concederle el escenario. Lo condenaron para, luego, sin darse todavíacuenta, absolverle.Lo repudiaron para terminar, al final de cuentas, necesitándole. Lo sacaron del país para entregarle la nación. Así son de estúpidos y torpes. Para mal y para bien.

El retorno de Zelaya es algo más que el regreso de un ex presidente. Va más allá de la simple recomposición de la historia. Supera el reacomodo y la devolución de las fichas en el antiguo tablero del ajedrez político. Zelaya retorna convertido en lo que siempre quiso ser, en un dirigente de masas a nivel nacional, en un conductor de amplia dimensión, en un mito.

La derecha tradicional, tan obstinada y ciega como es, no acaba de entender este fenómeno político. Rompió el orden constitucional dizque para salvar la democracia y, al final, terminó desbaratando la escasa y frágil democracia que había. Organizó, financió y llevó a cabo el golpe de Estado supuestamente para salvar al sistema de partidos políticos y, a fin de cuentas, terminó descalabrando el modelo bipartidista y rompiendo el viejo equilibrio centenario del esquema político local. Interrumpió la discreta y moderada transición hacia la democracia, dicen los golpistas, con el fin de salvar a la sociedad de las supuestas ambiciones geopolíticas del presidente Hugo Chávez de Venezuela, para, a fin de cuentas, acabar enfrentados con el mundo, víctimas de la condena internacional y del repudio de todos. Querían pelear con Chávez y terminaron enfrentados con Obama. Querían impedir el caos y generaron la anarquía. Querían combatir a la izquierda y terminaron fortaleciéndola. Querían defender a los dueños de los grandes medios de comunicación y acabaron engrandeciendo a los pequeños medios. Dijeron defender los valores de la civilización occidental y cristiana y, como resultado, debilitaron a las iglesias. Se propusieron defender a Washington y acabaron desvisados. Usaron a los militares para erigirlos, aseguraron, en adalides de la democracia, pero, en el último recuento, éstos acabaron convertidos en monigotes útiles y mercenarios deleznables. Creyeron defender la institucionalidad y apenas lograron debilitarla más. Repudiaron a un hombre y le convirtieron en mito. ¡Vaya estúpidos que son!

Y, lo peor de todo, no parece que se hayan dado cuenta de los errores – valga el eufemismo – que han cometido. Siguen empecinados en la misma tontería, creyendo que lo hicieron bien, que salvaron al país y defendieron la democracia en el continente. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Pero tampoco es cierto aquello de que en el país de los ciegos el tuerto es rey. No. El tuerto puede ser, y generalmente lo es, un desalmado que, creyendo verlo todo, se cree superior y se comporta como tal… hasta que se estrella contra la pared y pierde el único sentido visual que le quedaba. Eso es exactamente lo que le está pasando y le espera a la derecha ultramontana de nuestro país, esa misma élite tonta y ciega que no acaba de entender los cambios que se han operado y se siguen produciendo al interior de la sociedad hondureña. No ven la avalancha que se les viene encima, el alud, la bola, no precisamente de nieve, que ha empezado a formarse y rodar. Están ciegos y sordos, aunque todavía no han quedado mudos. Ya se darán cuenta. Ojalá que no sea tarde.

El mito que crearon recorre el país. Y lo contamina todo, lo moviliza, lo entusiasma, le revive la esperanza y, de pronto, también el ansia del desquite. Así es la historia de irónica y vengativa. No cometan el error, craso error, de ignorarlo.

Valle de Ángeles, 18 de julio de 2011

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