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viernes, 1 de julio de 2011

El despido

Es un despido el que el Consejo Central Ejecutivo (CCEPL) da al ex-presidente liberal José Manuel Zelaya Rosales por liderar la creación del Frente Amplio de Resistencia Popular (FARP), bajo definición de brazo político del Frente Nacional de Resistencia Popular (FNRP).

El CCEPL, en situación espuria por ser cómplice del golpe de Estado que derrocó al presidente liberal Zelaya Rosales y a su gobierno, también liberal, sentencia –sin descargo—que éste, “con su decisión de conformar un partido político diferente al Partido Liberal de Honduras, abandonó sus filas y su ideario político”. Para la nación, en general, y para el liberalismo hondureño, en particular, ese despido tiene connotación de expulsión, vale decir arrojar violentamente al correligionario.

Zelaya Rosales responde que sigue siendo liberal y que su expulsión es una acción “ilegítima”, de naturaleza golpista, violatoria, por consiguiente, de los principios, la doctrina y el ideario político del Partido Liberal de Honduras. Al mismo tiempo, el CCEPL ha rechazado la solicitud de un grupo de militantes liberales de adelantar la convocatoria de una Convención Ordinaria para analizar la situación del país –por efecto del golpe de Estado y sus secuelas--, y, asimismo, ha desoído el justo reclamo de la renuncia de sus actuales miembros, o, en su defecto, el adelanto de las elecciones internas para elegir nuevas autoridades del partido.



La expulsión, de manera explícita o velada, de cualquier miembro del Partido Liberal no debe ser una decisión ligera, y mucho menos alocada, máxime si se trata de un miembro prominente, ex–presidente de la República. Requiere de un procedimiento que implica la acción del Tribunal Disciplinario, en primera instancia, y la sanción de la Convención Ordinaria, como instancia suprema. Es absurdo, por no decir temerario, ese Manifiesto Público del CCEPL, cuyo efecto es devastador para la integridad de esta centenaria institución política y que termina por desvanecer los residuos de autoridad que quedaban al organismo central por el simple hecho de tener en sus manos el membrete y los sellos del partido.

En estas condiciones, el resultado es contrario al supuesto propósito del CCEPL con su “llamado a todos los liberales a cerrar filas para garantizar el triunfo del partido y la consolidación del sistema democrático”. Esto es así porque si el 28-J fue un golpe de Estado, éste parece ser un golpe de Partido. Los liberales, por principio, rechazan los golpes de mano. Para poner las cosas en lógica perspectiva respecto al planteamiento del Frente Amplio como “brazo político” del Frente Nacional de Resistencia Popular, hay que considerar que un brazo político no es un partido, sino una mecanismo auxiliar, y que un frente nacional de resistencia popular es, por definición, un instrumento de presión política, y no un partido.

La formación de un Frente Amplio, en sentido lato, es la concreción –en la multiplicidad—de una fuerza política, con capacidad de participación política-electoral, en el que se concentran, por coalición o por asociación, diferentes actores (partidos, grupos de presión, gremios, personas), cada uno de ellos conservando su identidad propia, como su nombre lo indica.

El frente amplio no es, en sentido estricto, un partido porque una característica esencial de los partidos es su condición estable, mientras que el Frente Amplio es, por sus características y formación, una fuerza política inestable, en el mejor de los casos sujeto a un prolongado período de estructuración, si se pretende alcanzar la plena estabilidad.Siendo así las cosas, por la confusión, algo mal huele en Flandes.

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