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martes, 28 de junio de 2011

El problema del mal en Honduras " Pedro Serrano García"

Honduras desfalleciente
Cuando se lee la historia de Honduras, se cuentan muchos más males que bienes. La colonización española, la oligarquía cerril y egoísta, las dictaduras, los golpes de Estado, la democracia de baja calidad, la explotación y asesinato de campesinos, obreros e indígenas, el servilismo de la clase dominante y nuestros gobiernos a las multinacionales extranjeras, el sometimiento humillante de nuestras autoridades al gobierno norteamericano.

Asimismo, la cultura de la muerte practicada por narcotraficantes, delincuentes y crimen organizado; así como por policías y militares. Otra gran lacra es la corrupción generalizada de empresarios, maquileros y terratenientes, tanto nacionales como extranjeros; jueces, congresistas y ministros; alcaldes y funcionarios.

Los resultados de tanta explotación, opresión y represión son, un pueblo donde más del 70 % son pobres, muchos de ellos analfabetos, en desempleo, enfermos. Sin esperanza de que funcionen como es debido el seguro social y la educación.

Pero como es un pueblo creyente, aceptan la contradicción –sin buscar ni encontrar explicación– de que pastores y clérigos les anuncian un Dios bueno y sin embargo nunca reciben ayuda de la divinidad trascendente ni de las autoridades humanas.

Las Iglesias, suelen ayudar a los marginados con sus proyectos asistenciales, pero sin perder las amistades y los favores de los ricos y autoridades corruptas. Diríamos, que encienden una vela a Dios y otra al diablo.

A modo de explicación
La esperanza cristiana nos anuncia que Dios hizo el mundo en dos etapas: primero de la nada surgió un mundo limitado sujeto al espacio y al tiempo; y segundo, de este mundo caduco está constantemente emergiendo el reino de plenitud infinito y eterno, a donde van nuestros difuntos en cuerpo espiritual, una vez traspasada las barreras de la muerte de su cuerpo carnal, sin que tengan que esperar al juicio final.

Así pues, en el mundo actual, a causa de su limitación, impera la imperfección, la necesidad, el error, la ignorancia, la incapacidad y la debilidad. Todo ello aboca a la acción (individual y colectiva) egoísta, violenta, dominadora, opresora y explotadora de las minorías privilegiadas contra las mayorías peor situadas y marginadas.

Pero, ¿y Dios? ¿Cómo siendo bueno permite el mal? Ya hay bastantes teólogos que piensan que Dios ha creado este mundo en evolución, autónomo y regido sólo por sus leyes naturales; así como a los seres humanos en libertad y sabiduría progresiva. Si Dios interviene impidiendo el mal, se acaba la libertad humana para hacer bien o mal; el hombre sería solamente un autómata; no sería ni humano ni hijo de Dios, aunque siguiera gozando de inteligencia. Incluso, si interviniese en la naturaleza inerte y viva contra las leyes naturales que rigen el mundo, dejaría de existir el universo. Dios no es “tapagujeros”.

Luego si Dios hiciera milagros suspendiendo las leyes naturales o la libertad humana dejaría de existir la creación.

Así pues, la única posibilidad de hacer que crezca el bien en el mundo, es seguir comprometiéndonos responsablemente, cada uno según su vocación y oportunidades, en hacer una humanidad nueva y una tierra mejor. Para ello, aunque con amor, debemos denunciar a los injustos opresores, luchando pacíficamente por la dignidad de los pobres y de los pueblos. Ayudemos a los marginados con proyectos alimentarios, de salud, educativos, formativos y cooperativos; defendamos sus derechos fundamentales.

Pero Dios no nos abandona aunque se haya autolimitado su intervención en el mundo. Está plenamente inmerso en las realidades humano-temporales. Nos ha dado el testimonio fabuloso de Jesucristo, de profetas, de seres humanos responsables en hacer progresar la justicia; nos anima y nos consuela; eso sí, de forma misteriosa pero real.

Dios sostiene, anima y fortalece misteriosamente, en medios de dificultades y persecuciones, a los buenos religiosos, militantes obreros, defensores de derechos humanos, mujeres por la igualdad de género, promotores de la infancia…

Compromiso responsable.
Para hacer progresar la liberación en medio de la opresión, a partir del nefasto golpe de Estado del 2009, ha surgido el justiciero movimiento humanitario: El Frente Nacional de Resistencia Popular.

Esperamos que la vuelta de su Coordinador general, Mel Zelaya, sirve para profundizar en su democracia interna, haya los relevos temporales de sus dirigentes que exige la coherencia organizativa y no se caiga en defender más a las aspiraciones políticas de sus líderes que a la justicia social que esperan y reclaman las clases populares. Hay que conceder más importancia al movimiento de Resistencia que a un posible partido político electoral. Debe priorizarse las reivindicaciones de los derechos de las mayorías sobre los intereses de las minorías.

Los cristianos, tienen también su papel en la gran tarea de hacer progresar la justica en el pueblo empobrecido hondureño. Para ello, deben priorizar más la acción social en comunión con los movimientos populares, que las liturgias solo para creyentes.

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