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miércoles, 23 de marzo de 2011

“Operativo de rutina”


Editorial Radio Progreso, 22 de maezo de 2011

Eran las tres y media de la tarde del viernes 18 de marzo, cuando un equipo de Radio Progreso nos dirigíamos de la ciudad de Tocoa a la comunidad Guadalupe Carney, en el municipio de Trujillo, departamento de Colón. A la altura de la comunidad “Ocotes Altos” nuestro vehículo fue interceptado intempestivamente por dos patrullas de policías, una conducida en un vehículo marca Toyota 4X4 de doble cabina, y otra, un vehículo tipo camión los cuales, en conjunto, transportaban unos veinticinco afectivos policiales, vestidos con riguroso uniforme oscuro, todos con pasamontañas y armados con fusiles ametralladoras. Todos los efectivos policiales dirigieron sus armas, bala en boca, en dirección a nuestro vehículo y hacia cada un de las cuatro personas que nos conducíamos en el vehículo. Nos gritaron que nos bajáramos del carro, y un grupo de ellos, sin mediar palabras, nos aprisionó contra el vehículo, mientras nos registraba con violencia nuestras ropas y nuestros cuerpos.


Fue entonces cuando nos preguntaron que dónde teníamos las armas. A nuestra pregunta de por qué aquella actitud y agresión contra nosotros, uno de los uniformados, quien parecía comandar el pelotón, se limitó a decirnos, “es un operativo de rutina”, mientras un grupo nos apuntaba desde los vehículos y otros policías nos rodeaban haciendo movimientos con su armas en señal de disparar ante cualquier gesto, movimiento o palabra que se salieran de su implacable control. Una vez que revisaron nuestras bolsas, carteras, pantalones, asientos y todos los vericuetos del vehículo, los policías subieron de nuevo a sus vehículos y sin seguir diciendo palabra alguna, pero con su mirada amenazante, arrancaron con fuerza sus vehículos y se perdieron en la polvareda de su “operativo de rutina”. Una vez dentro del vehículo, y casi para espantar nuestras propias angustias, comenzamos a expresar nuestros sentimientos de impotencia, y el asombro que para nosotros significaba aquella acción autoritaria, violenta y de horror. Uno de los dos campesinos que nos acompañaba en nuestra visita, nos dijo con la mayor de las parsimonias: “Es para que vean lo que nos pasa en la vida cotidiana a los que vivimos en el Aguán. A ustedes les ha pasado hoy. Nosotros lo vivimos todos los días; por eso el jefe policial no dijo nada extraño cuando respondió que andaba en un ‘operativo de rutina’”. Ese mismo día, un grupo campesino había sido desalojado violentamente de la tierra que reclaman y que está en manos de Miguel Facussé. Y es de dominio público que también los policías están en manos de este empresario y de otras oscuras empresas del Aguán. Ese mismo día una manifestación había sido reprimida en la capital con el saldo de una maestra muerta. Y un día antes, la autodenominada Ministra de Justicia y Derechos Humanos había llamado desde Ginebra, Suiza, para hablar con orgullo de sus éxitos en defensa del gobierno de Lobo Sosa a quien con una sonrisa al viento calificaba como un fiel defensor de los derechos humanos. El “operativo rutinario” con el que los policías violan los derechos humanos en Honduras, y particularmente en la región del Aguán, parece ser parte de un mismo operativo de la mentira rutinaria de los altos funcionarios públicos por presentar la imagen de un gobierno defensor de los derechos humanos, pero que muy poco tiene que ver con la indefensión a la que está sometida muchísima gente pobre, los comunicadores sociales que se salen del formato oficialista y los sectores sociales que luchan por sus derechos. Así lo experimentó en carne propia Radio Progreso en su reciente visita a la región del Aguán. Y así compartimos el testimonio de nuestra propia indefensión.

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