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martes, 23 de noviembre de 2010

El requisito unidad, el Frente Amplio por Efrén Falcón

De que sirve ser mayoría, si no podemos ponernos de acuerdo”. Indalecio «Lencho» Tuna

Encuentro indispensable, para cualquier análisis político de la situación actual, la aceptación de una realidad comprobada: la población mayoritaria del país es históricamente conservadora, de ahí, su resistencia al cambio. Dicha barrera limita el radio de acción del Frente Nacional de Resistencia Popular, que es una organización de izquierda, políticamente hablando, aunque su Coordinador General ―electo en ausencia―, es un militante de carrera del Partido Liberal [PL]. Desconocer esta realidad sociopolítica, es caminar sobre arena movediza. Precisamente, lo que ha estado haciendo el FNRP desde su fundación.


Liberales para todos los gustos

Muchos liberales, decepcionados por el proceder de los líderes visibles, y ocultos, que perpetraron la asonada golpista, se han identificado con la Resistencia y ven con buenos ojos al FNRP; porque ahora identifican al PL con el bipartidismo que ha predominado durante las últimas tres décadas en el país, con resultados miserables. Es una reacción lógica. Pero con toda seguridad, si la membresía que forma el CCEPL es depuesta por las bases, y en vez de golpistas encontrásemos ahí a personas que pueden ser identificadas plenamente con la causa del cambio ―por sus ideas y su trayectoria―, la situación sería muy diferente. Por supuesto, la proliferación de falsos agentes de cambio, de personajes camaleónicos, y de oportunistas en general, complica la agenda. Sin embargo, si el PL realiza el proceso interno para elegir sus nuevas autoridades correctamente ―abierto, libre y sin fraude―, tendríamos un panorama prometedor. Obviamente, realizar tal tarea es un reto extraordinario, porque implica abandonar, al menos en parte, las prácticas consuetudinarias de la política vernácula; en tanto, fracasar en el intento, dejaría al PL sumergido en una crisis prácticamente sin retorno.


Otros liberales, por diversas razones [ideológicas, religiosas, económicas y sociales] no han encontrado la apertura necesaria que los identifique con el FNRP; empero, se consideran en resistencia contra el sistema vigente. Estos liberales se sienten en un limbo político, y quizá su mejor esperanza sea encontrar la forma de erradicar al minoritario grupo golpista de su partido, que se niegan a abandonar.

Por supuesto, entre los liberales de los grupos mencionados [liberales integrados al FNRP y liberales en resistencia] hay otro pequeño universo: el de aquellos que no se identifican con Manuel Zelaya Rosales, ni con su línea de un moderno liberalismo social. Sin duda, es una posición respetable, pero estas personas deben aceptar, de antemano, que sus anhelos de cambiar el país y romper el sistema prevaleciente se verán postergados a una lucha de mediano o largo plazo. Porque el caudal político que arrastra Mel Zelaya, se ha ido convirtiendo en algo así como el único código de acceso hacia la ruta de cambio, en vista de una realidad política inmediata. Esta realidad está amparada por estudios serios, realizados por entidades locales y extranjeras, donde podemos cotejar ―dadas la coincidencias entre todas― que a pesar de las infames campañas mediáticas contra el ex presidente, su figura sigue siendo la de mayor impacto positivo en el país, especialmente entre gente de escasos recursos ―una abrumadora mayoría―, entre quienes su prestigio es enorme, y en algunos sectores, incluso, ha adquirido dimensiones casi míticas.

Sin unidad, la Resistencia es inocua

En este escenario, los que creemos que se puede empujar el cambio en un futuro mediato no podemos descalificar a nadie, ni a personas ni a grupos de personas, en busca de nuestra meta colectiva. Exigir a Zelaya Rosales abandonar su linaje liberal, para acompañar a un sector específico, dando la espalda a otros, es un error catastrófico. Resulta imperativo agotar la opción liberal, con todo su acervo electoral, para evitar una división que sería lapidaria. A la postre, si no es posible poner el PL en manos de personas dispuestas a dar una respuesta genuina al pueblo hondureño, el cien por ciento de los liberales conscientes de la urgencia de corregir el rumbo del país buscarán una mejor alternativa, que eventualmente surgirá, en la forma de un frente amplio.

El Chile actual es el mejor ejemplo. Después del gobierno de izquierda de una altísima aceptación popular de Michelle Bachelet ―sobre 80%―, la escisión de la izquierda permitió el triunfo de Sebastián Piñera, un político de derecha, y una de las personas más ricas de Chile. Pero volviendo a Honduras, vencer el aparato conservador formado principalmente por el Partido Nacional, ciertos empresarios, los militares y la Iglesia ―dirigidos y apoyados desde la embajada norteamericana― no será posible con una oposición dividida. El poder económico, la manipulación de las instituciones de derecho y la influencia nefasta de la mayoría de medios de comunicación, conforman una fortaleza formidable; y por ende, casi cualquier acción excluyente se torna en un interminable haraquiri.

Todo o nada: Frente Amplio
Al final, será necesaria la conformación de un Frente Amplio, porque la imposibilidad de aglutinar a toda la Resistencia en un solo organismo ha ido adquiriendo, paso a paso, características de imposible. Sin embargo, ninguna coalición adquirirá la fuerza necesaria si el objetivo común no basta para unificar a la gran mayoría de las facciones de la oposición, que pugnan por una Honduras diferente y para todos. Unidad o resignación. «No sé porqué gritan que el pueblo unido jamás será vencido, si no están dispuestos a probarlo.» Amén.

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