La situación hondureña es tan políticamente compleja que, a decir verdad, no se le encuentra ni pies ni cabeza. Todos sabemos que la nación sigue grave y lamentablemente fraccionada debido al golpe de Estado que se le dio al presidente Manuel Zelaya el año pasado.
Se atropelló el orden constitucional de la República y Honduras se convirtió en una dictadura que se justificó aduciendo que el presidente se había derrocado y desterrado en aras de la democracia, la libertad y la paz. Paradójico. En un Estado absolutista no existen la democracia, la libertad y la paz… los ejemplos saltaron a la vista del mundo.
Se nos olvidó que en esta época, dominada por la tecnología, los sucesos acompañados de vídeos, recorren el mundo en cosa de segundos. Es por eso que en los países regidos por dictadores está prohibido el uso de la Internet y de cualquier otro medio que pueda transmitir libre y rápidamente los acontecimientos, por graves e inaceptables que sean.
En Honduras todas las violaciones a los derechos humanos y otras atrocidades propias de las dictaduras fueron instantáneamente transmitidas al resto del mundo… a los golpistas se les olvidó que ya pasó la época de los telegramas y radiogramas, esos vocablos son obsoletos. De manera que no pueden negar lo que sucedió. El gobernante de facto permitió que se celebraran las elecciones generales de noviembre y entregó el poder presidencial al candidato triunfador, el nacionalista Porfirio Lobo Sosa, en enero.
Lamentablemente, al celebrarse las elecciones ya el país estaba profundamente dividido y se había formado el Frente Nacional de Resistencia Popular que tajantemente rechazó el golpe de Estado y al gobierno de facto. Ahora se rechaza al presidente Lobo Sosa aduciendo que su gobierno es ilegal pues fue creación de los golpistas, el imperialismo y los oligarcas. No sé si el gobierno que preside don Porfirio Lobo es o no ilegal, lo único que sé es que el señor Lobo Sosa es el presidente de Honduras y seguirá siéndolo durante cuatro años. También sé que le tocó la difícil tarea de recoger los platos rotos dejados por el gobierno de facto.
El presidente Lobo Sosa está sobre la cuerda floja… no puede—ni debe—quedar mal con los conservadores y mucho menos con el Frente Popular. Ha debido viajar a varios países para reanudar relaciones diplomáticas pues si el golpe de Estado derrocó y desterró al presidente Zelaya Rosales, a Honduras la aisló… todas las naciones nos dieron la espalda, incluso el gobierno de Barack Obama.
Mientras ha viajado a distintos países tratando de rescatar la imagen de Honduras, aquí se lo cataloga como “dictador” y “golpista” por los miembros de la Resistencia. No nos parece una actitud del todo justa. Yo no sé los planes y proyectos que tiene el presidente Lobo, sólo sé que es el presidente, y trata de unir y reconciliar a la fraccionada familia hondureña, cosa que logrará sólo cuando se aplique la ley a los golpistas y ejecutores de la barbarie. Las ofensas no son necesarias cuando existen los mecanismos conocidos como diálogo y negociación.
El presidente Lobo Sosa ha convocado a un diálogo pero el Frente Popular lo rechaza sin saber con exactitud qué propondrá el presidente. Si deciden no acercarse a la mesa del diálogo, entonces nunca se conocerán las propuestas que tiene el señor Lobo Sosa. El diálogo y las negociaciones son preferibles a una violenta confrontación que hundiría más a nuestro país en el fracaso. Dialogar es necesario. Tal como decía el papa Juan XXIII, si un diálogo fracasa pues se inicia otro y si ese fracasa se pasa al tercero pero deben encontrarse puntos en común. Imposible que hombres razonables no tengan la capacidad intelectual de llegar a un acuerdo favorable y aceptable. Se debe tener en mente que se llega a la mesa del diálogo a dialogar, no a ofenderse. No es necesario que la Resistencia encuentre aceptables todos los puntos que exponga el presidente, es muy posible que los rechacen todos, o bien, que acepten unos y rechacen otros. De ser así, entonces se pasa al siguiente diálogo, buscando la reconciliación. Recuerden que he dicho diálogo, no he mencionado insultos y mucho menos balaceras. Entremos de lleno, como personas civilizadas e iluminadas al siglo XXI.
El secretario de Guerra del presidente Abraham Lincoln, durante los cuatro años que duró la Guerra Civil, fue un hombre complejo, volátil, dominante y trabajador. Me refiero a Edwin M. Stanton. La mayoría de veces estaba en desacuerdo con todo lo que Lincoln sugería, sin embargo, el presidente lo calmaba e iniciaba un diálogo con su histérico secretario de Guerra. Finalmente, los dos llegaban a un acuerdo favorable a ambos y a la causa Unionista. Los dos fueron obstinados pero recurrieron al diálogo sensato y tranquilo. Cuando Lincoln fue mortalmente herido la noche del 14 de abril de 1865, fue Edwin McMasters Stanton quien, sin preguntarle a nadie, tomó en sus manos las riendas del gobierno mientras el presidente agonizaba en una habitación contigua. Stanton interrumpió el servicio telegráfico durante varias horas e interrogó a cientos de hombres. Dialogar es muestra de fortaleza, nunca de debilidad.
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