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jueves, 23 de septiembre de 2010

Impunidad y Naciones Unidas por Roberto Quesada

“Un Estado donde queden impunes la insolencia y la libertad de hacerlo todo, termina por hundirse en el abismo.”—Sófocles, poeta griego

Después de que en mayo pasado el embajador Jorge Arturo Reina fuera obligado—y digo obligado porque hubo una tal premura porque saliera de un día para otro, que le llegó nota tras nota urgiéndole a presentar su carta de ‘despedida’ frente al secretario general Ban Kii-moon— y, además, Cancillería lo marginó de manera tan antidiplomática que utilizó para todos sus trámites a un subalterno, aún cuando el titular de la Misión de Honduras ante las Naciones Unidas era Reina.


Sostuvimos conversaciones con el embajador Reina tratando de encontrarle alguna lógica a esa prisa, pero hasta hoy creo que tanto él como yo no le hemos dado con la razón de ser.


Probablemente algunos ingenuamente creyeron que sólo bastaba con ubicar personal a fin al golpe de Estado—algunos por convicción, otros por intereses personales o por necesidad—y ya la magia hipnotizadora de la delegación hondureña ante las Naciones Unidas convencería al mundo de que el golpe de Estado militar no era sino “sucesión”.


Nada de eso sucedió, en primer lugar porque existen tantas evidencias y es tan conocida la violación de los derechos humanos en Honduras que a nadie, fuera de unos cuantos en nuestro país, le queda duda del golpe de Estado, y, en segundo lugar, el trabajo eficaz realizado por el embajador Reina, flanqueado por Marco Antonio Suazo y quien escribe estas líneas, en cuanto a denunciar internacionalmente tanto el golpe de Estado como las atrocidades que un acto de estos conlleva, que no es fácil presentarse hoy pretendiendo negar lo que se afirmó ayer.


Es cierto, dentro de las Naciones Unidas, la gente escucha y hasta parece que asiente, pero no, esa es parte de la formación: se ha aprendido a escuchar y a hacerle sentir al interlocutor como que él tiene la razón. Pero en la realidad, aunque no parezca, también en las Naciones Unidas existe el cotilleo y se conoce a cada quien, por qué está y allí y a qué intereses representa.


Es así como hasta ahora no es mayor cosa lo que Honduras ha logrado ante las Naciones Unidas: el reconocimiento de países pequeños tan alejados de Honduras, en la Cochinchina como se dice, y con problemas económicos, étnicos y tantos más que en términos pragmáticos, en nada podrían ayudar a Honduras.


No obstante, hasta ahora con la presencia del presidente Pepe Lobo Sosa, Honduras ha creado cierta expectación ante este organismo y ante la prensa internacional. Es un acierto del presidente Lobo, que antes de que se diera por inaugurada la 65 Asamblea General (pues realmente su apertura es cuando comienzan los oradores), solicitara oficialmente al secretario general Ban Ki-moon, la presencia de la Comisión contra la impunidad en Honduras.


Lobo dijo a la prensa asignada en las Naciones Unidas:
"En nuestro Gobierno no hay ningún interés de violentar los Derechos Humanos y yo necesito que la ONU nos ayude, que vaya y tenga presencia y le dé seguimiento a todos los temas que tienen que ver con la lucha contra la impunidad”.


Esto puede tener muchas lecturas, una de ellas, que Lobo demarca su frontera entre su Gobierno y los violadores de los derechos humanos. Otra, es que demuestra con la petición la ineficiencia y descrédito de las instituciones internas quienes serían las llamadas a actuar, en base a derecho, por la justicia hacia el pueblo hondureño.


Y también es un paso más, como el que recientemente se diera en Guatemala al juramentar como diputado del Parlacen al ex presidente Manuel Zelaya Rosales, para allanar el camino al retorno de éste a Honduras. Exigencia no negociable por grandes países latinoamericanos, para que Honduras vuelva a ocupar su lugar en la Organización de Estados Americanos.


La situación de Honduras es aun compleja, pero a través de organizaciones civiles y la prensa independiente, logra comprenderse de que aún cuando Lobo es el presidente, no sólo tiene la oposición de la Resistencia Popular como fuerza aglutinadora de grandes masas hondureñas sino oposición interna, minoritaria, pero poderosa ultraderecha voraz, incapaz de brindarle siquiera migajas a la gran mayoría del pueblo hondureño.


Con argumento timorato, quienes se oponen al ingreso de la comisión contra la impunidad, alegan que sería “violación de la soberanía”, pero olvidan o fingen olvidar, que antes y durante el golpe de Estado, ellos mismos incentivaron, respaldaron, pagaron, a cantidad de extranjeros, a sus cómplices en la ruptura constitucional en Honduras, o propiamente dicho, del golpe de Estado militar.


Tanto la creación del Ministerio de Derechos Humanos y Justicia, como la Comisión contra la impunidad, son imprescindibles para que verdaderamente comience a funcionar la maquinaria de la justicia en Honduras. Así también podrá cumplirse el anhelo de millones de hondureños y hondureñas, una vez sepultada la persecución política, el retorno de su máximo líder en condiciones de completa seguridad, que no es otro que Manuel Zelaya Rosales.

Nueva York NY 09/23/2010.


robertoquesada@hotmail.com

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