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viernes, 1 de abril de 2011

Represión desde la ilegitimidad " Oscar Moncada Buezo"

El más fuerte no es nunca lo bastante fuerte para ser siempre el amo, si no transforma su fuerza en derecho y la obediencia en deber." Jean Jacques Rousseau.El desprecio y agresividad con que durante las últimas semanas el gobierno nacionalista de Lobo Sosa ha reprimido a nuestra población, representada por maestros, estudiantes y padres de familia, organizados para defender la educación Pública, ante la apatía y cobardía general, confirma sin duda alguna lo que muchos hondureños habíamos previsto; el renacer de la Doctrina de Seguridad Nacional. Mientras la democracia avanza y se fortalece por doquier, policías y militares pagados con nuestros impuestos y respaldados por los tres poderes del Estado, en especial a través del gobierno constituido a resultas de la conspiración de 2009, ejecutan impunemente su campaña de odio y represión, sin reflexionar – por su arrogancia y triunfalismo - del grave peligro que se cierne sobre nuestra sociedad ante tal escalada.

La base política e ideológica que da sustento a este gobierno parece haber olvidado la forma sui generis en que llegaron al poder; electo por una clara minoría, en un proceso electoral severamente cuestionado, nacional e internacionalmente; tanto por el proceso mismo, como por la ilegalidad en la constitución del tribunal electoral, pero especialmente porque el Presidente Constitucional de entonces, Manuel Zelaya Rosales, había sido derrocado por los militares con la complicidad del Ministerio Público, la Corte Suprema y el Congreso Nacional [muchos diputados actuales participaron], debiendo permanecer cautivo en la embajada del Brasil, mientras el pueblo era víctima de un estado de sitio que suprimió hasta días antes de las elecciones las Garantías Constitucionales Fundamentales, incluyendo la confiscación y cierre de los medios de prensa independientes opuestos a la conjura.

Es el peso de estas circunstancias, - tan graves – las que todavía tienen en entredicho la legitimidad de este gobierno, por lo cual la comunidad democrática suramericana se niega con vehemencia a reconocerlo, como recientemente lo reafirmó el canciller uruguayo, Luís Almagro, por más que los EUA les presionen, según lo afirmó, [lo que aún nos abochorna a los hondureños bien nacidos]. Al mismo tiempo, ante la falta de reconocimiento local y foráneo, el gobierno intenta recubrir sus actuaciones con ropajes de hipocresías, mentiras y eufemismos, lo que no logra, en virtud de su conducta errática y la naturaleza de sus intenciones, por lo que se convierten en letra muerta en la que nadie cree.Por un lado, un humanismo cristiano, cuyo basamento ideológico, ciertamente confuso, promueve el individualismo y la reducción del papel del Estado, mientras defiende y exalta al capitalismo, agregando principios cristianos a su denominación, más de palabra que de convicción, y sólo para engañar a bobos e incautos, dado que jamás se supo de un partido político extremadamente conservador – por lo menos en nuestro medio – cuyo objetivo fuese “mejorar la vida humana misma, haciendo posible que todos vivan en la tierra como hombres libres y gocen de los frutos de la cultura y del espíritu”, tal como lo expone dicha doctrina.

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