Gustavo Zelaya
La relación de la filosofía y de otras formas del llamado pensamiento crítico con su sociedad y con las organizaciones sociales y políticas, siempre ha provocado conflictos entre los pensadores y su ambiente social; aunque parezca abstracta y desligada de los intereses inmediatos esta actividad reflexiva es molesta para el orden establecido porque, entre otras cosas, promueve un sentido de discrepancia con la ideología y con la autoridad dominante. En muchas ocasiones, esa actividad crítica se lleva a cabo en el seno de las organizaciones opuestas al sistema social y a los cuestionadores se les llama de diferentes maneras: son los que están contra todo, ultras, diletantes, divisionistas, inconformes, aguafiestas, pequeñoburgueses, cabezas calientes, bochincheras, etc. En fin, los calificativos abundan y en muchos casos se llega a la agresión verbal y física.
Es decir: dentro de un ámbito tan conservador al estilo hondureño las organizaciones políticas de cualquier tinte ideológico, esta sociedad más o menos organizada y el férreo poder político más que todo, necesitan de un sentido armónico en las ideas y creencias que justifiquen y expliquen lo que hacemos y debemos hacer en la vida pública e individual, incluyendo a las ideas que parecen científicas que justifican y legitiman a las concepciones dominantes y al poder. Necesitan que nadie ni nada les contradiga. Y esto lo podemos notar a raíz de los inciertos resultados del movimiento magisterial y del respaldo que se esperaba de parte de la Resistencia Popular y de las distintas fuerzas que lo integran. Surgen vacilaciones y cuando aparecen viejos sindicalistas en el rol de mediadores, las dudas son mayores. Esto es así porque históricamente el papel desempeñado por muchos de ellos ha servido para domesticar los movimientos sociales y, es muy posible, que tal situación haya ocurrido por una supuesta mentalidad gremial interesada más que todo en cuestiones económicas, en los formales protocolos de la negociación y en los pasos dados en los pasillos de los ministerios y en los rituales del bufete de abogados.
Dicho de otro modo, muchos son conocidos por entenderle al trámite y por apegarse a las reglas y querer tratar los problemas sociales con las mismas herramientas del gobernante de turno. Esa mentalidad no es exclusiva del sindicalista y tampoco está presente en todos ellos, también puede verse en algunos líderes sociales, políticos, estudiantiles, independientemente del grupo generacional a que pertenezcan. De esa mentalidad economicista no nos escapamos todos y está muy ligada al caudillismo, al patriarcalismo y al marginamiento de la mujer y de la juventud en la dirección social. Es uno de los efectos más nocivos del capitalismo que nos llena de estilos de vida conformistas y consumistas.
Parece que el apoyo al movimiento magisterial no fue suficiente. Y a pesar de su relativa fortaleza y de los logros obtenidos van a surgir un montón de lamentos y recriminaciones al estilo de “se los dije”, “no me hicieron caso”, “son unos oportunistas”, “nos vendieron”, etc. Los llantos de siempre y no por las bombas lacrimógenas. Algunas madres y padres de familia y los estudiantes, hombres y mujeres, merecen todo el respeto por su entrega y valentía en la ocupación de la calle y en los enfrentamientos en la Zona de Gases y en los campus universitarios. Sin embargo, todavía se sigue a la espera de la solidaridad del movimiento sindical, espera al parecer bastante larga ya que se extiende desde el mismo día del golpe de estado y bastante tiempo atrás. Se nos olvida que uno de los golpes más efectivos y brutales del neoliberalismo va dirigido contra el movimiento popular, debilita el sindicalismo, fortalece las asociaciones obrero-patronales, promueve la formación de las ONG, legisla a favor del trabajo a medio tiempo, fracciona al estado, pone en venta parcelas del territorio nacional, expande el narcotráfico, corrompe la conciencia con el sueño americano y, cuando le da la gana, lleva a cabo sus cruentas guerras preventivas contra cualquier mal ejemplo de ejercer la soberanía nacional.
Frente a esto el pensamiento crítico va a preguntarse no sólo acerca de la legitimidad del desorden social que promueve el capitalismo neoliberal, sino también sobre las ideologías que intentan contrarrestar la avalancha reaccionaria y acerca de los dirigentes sociales cuando tratan de mostrar un sistema de ideas y creencias como el mejor y más racional, y cuando presentan a determinado orden social como el único y adecuado para el hombre. Y si su actividad es realmente coherente intentará averiguar cómo el pensamiento, sus productos y los procesos intelectivos de aprehender, juzgar y trascender, están relacionados con la realidad conocida y cómo se expresan en el sujeto individual y colectivo.
Se trata, entonces, de plantear si realmente ese orden y esas ideas son verdaderamente justas, ordenadoras, respetuosas de todos, si son neutras o si sirven a ciertos intereses; si acaso son las únicas ideas o si puede haber distintas opciones y, además, mejores, respecto a las ideas que pretenden ser correctas. Así, la crítica aspira a erigirse como una forma de desnudar sistemas, normas, códigos, símbolos, planteamientos, programas, proclamas, convocatorias etc. En especial, cuando tales doctrinas se presentan como concepciones objetivas de la realidad que actúan independientemente del sistema social en donde existen o que pretenden mostrarse como la verdadera concepción de la situación concreta. Tómese en cuenta esa expresión de “concepción objetiva” muy utilizada por varios pensadores de izquierda que se consideran marxistas y que siempre suponen desarrollar “análisis concreto de la situación concreta”. Son fórmulas verbales muy comunes en el lenguaje de supuestos revolucionarios.
Lo importante de todo esto es que en situaciones como las que vivimos en nuestra Honduras es indispensable intentar una crítica de los hechos, concepciones, situaciones, actuaciones, puntos de vista y considerar que si yo propongo algo también debo tomar en cuenta que mis juicios son debatibles, criticables, etc., y que la práctica cuestionadora se hace para mejorar y superar otras ideas, pero desde la base de algo más o menos fundamentado. En nuestro medio la cosa es complicada, sobre todo por cuestiones culturales que nos han hecho confundir la crítica con la censura y ver al que se nos cuestiona vemos al otro como un enemigo de mis ideas y de mi persona. Iniciamos un debate pero no aceptamos que nos cuestionen, sino que esperamos respuestas que no contradigan nuestra opinión y a eso lo llamamos ¡debate!
Sobre esto no hay necesidad de poner ejemplos recientes ya que los vemos casi a diario; rápido saltamos y nos llenamos de molestia cuando la respuesta no es de nuestro agrado. Y lo más extraño es que tal vez no hay de por medio ninguna tesis, ninguna propuesta teórica, no hay nada fundamentado que merezca tanto enojo. Así somos. Y en la pelea “dialéctica” meten mano parientes y viejos amigos que nos defienden o reaccionan sin saber de qué se trata el asunto.
En la historia de Centroamérica y, por supuesto, en nuestro país, hay una especie de tradición sobre ese tipo de “debate”, cuestión que hace ver que no es tan novedoso el aparente conflicto “ideológico”.
En el desarrollo de las ideas en la región hay una etapa que arranca alrededor de 1700 y que se extiende más menos hasta 1870, algunos historiadores lo llaman período romántico en donde predominan ideas filosóficas empiristas y racionalistas mezcladas con la ideología liberal clásica al estilo de Locke y Montesquieu. Estas ideas son la base teórica de gente ligada a las universidades y a la política. Estos últimos generalmente se organizaron en dos corrientes políticas: liberales y conservadores que se enfrentaron no tanto por diferencias teóricas o doctrinarias, sino por razones programáticas y por asuntos del poder y del gobierno. Las discusiones no eran acerca de categorías estéticas, políticas o metafísicas, de ahí que no era raro encontrarse con doctrinarios y activistas liberales o conservadores nutriéndose de los mismos filósofos europeos y aplicándolos a conveniencia. Tal fue el caso de Pedro Molina, liberal radical, y José Cecilio del Valle, liberal moderado, herederos y lectores de la ilustración.
En general, casi todos hablaron de su medio, desde su mundo en donde las ciencias sociales no estaban bien cimentadas y los discursos teóricos estaban considerados como algo escandaloso y fuera de la realidad. El momento más importante de esa fase histórica puede ubicarse entre 1810 y 1824. Y la forma de polemizar no sufrió muchos cambios durante todo ese siglo. Es decir, todo ese momento exigía compromiso político, desarrollo conceptual y material, prédica periodística, apasionadas proclamas independentistas y discurso moral, y si se apoyaron en la filosofía fue porque proporcionaba argumentos de autoridad, algunas veces utilizados tan fuera de contexto que no se sabe con quiénes polemizaban o qué bandos políticos se enfrentaban, o cuáles eran sus proyectos sociales.
La mayor parte de las teorías desplegadas por aquéllos antagónicos polemistas mostraban las mismas influencias ilustradas, modernas, liberales, y, siendo estrictos, no eran de gran calidad teórica, tenían poca articulación entre los conceptos con la realidad centroamericana y muchas de los sistemas filosóficos fueron adoptados por moda intelectual. De esa forma, las teorías escogidas por los grupos dirigentes e intelectuales se recibieron según las preferencias inmediatas o por exigencia coyuntural, y fueron rápidamente abandonados cuando las circunstancias lo requerían. Algo notable de la época fue que en nuestro medio no se conocían las ideas pragmatistas, pero muchas actuaciones de personajes como Valle y Pedro Molina tomaban en cuenta los hechos y sus intereses sociales. Eran también, pragmáticos, liberales, ilustrados, modernos.
Ahora parece que convendría armarse de ciertas dosis de pragmatismo al pretender conducir movimientos populares, sin caer en una simple combinación de tesis que podrán ser antagónicas la interpretación de la realidad no sé realiza aplicando teorías como si fueran herramientas mecánicas, válidas para cualquier circunstancia. Mucho menos por quienes se llamen socialistas o dialécticos. Hay elementos valiosos en otras concepciones y en otras experiencias. Se debe tomar en cuenta que existen límites conceptuales y que la realidad a veces desborda la capacidad de las personalidades. Dicho de otro modo: la urgencia de revisar las formas de lucha y la participación de individuos en su conducción está a la vista y debe ser motivo para debatir, incluir, ampliar, democratizar, la dirección popular y las propuestas de lucha. Darnos cuenta, pues, que el secreto asunto ese de la táctica y la estrategia compete a todos, que no debe llenarse de misterios y de impenetrables corazas que impiden que el considerado advenedizo novato y el ignorante digan algo al respecto. La arrogancia debe dar lugar a la humildad y reconocer que hay otros y otras que van a decir algo importante, que no se les tilde como desconocidos que no movilizan a nadie.
Por ejemplo, y esto debe ser una razón suficiente para reflexionar y debatir en serio, dejo cuatro opiniones que merecen discutirse:
- “Las nueve tareas de la izquierda Mesoamericana: Fortalecer los movimientos populares en resistencia con acciones de acompañamiento y solidaridad para lograr una estrategia de poder popular… Consolidar los gobiernos de izquierda en la región con mayores políticas sociales y económicas a favor de las grandes mayorías; además fortalecer y ampliar las relaciones políticas internacionales para prever las intentonas de golpes de estado.” Esto es parte de una propuesta de varios partidos de izquierda de Centroamérica, México y Suecia, que al parecer no fue hecha para las circunstancias del último movimiento magisterial, ya que no se observó algún efecto práctico de esas tareas.
- Fabricio Estrada:
“Está claro que toda negociación con el régimen es una especie de harakiri, un ceremonial suicidio del movimiento social. Pienso que mucho de esta idea insensata de negociar irremediablemente viene de un problema esencial que nadie quiere reconocer para no causar "malestares" a la conducción de izquierda, y que en sí es una atrofia en la mentalidad general histórica del liderazgo en Honduras: NO SE LE QUIERE DAR RELEVO GENERACIONAL AL LIDERAZGO.
… Refundar el país significa refundar las concepciones morales, dispersar las fuerzas identitarias que los gringos nos manejan al dedillo, sacar la directriz citadina y repartirla por el campo, ahí donde el COPINH, MUCA, OFRANEH y otras organizaciones han demostrado una movilidad única que fue -precisamente- el éxito del paro cívico anterior. Es decir, el paro cívico demostró que la movilidad que el imperialismo sufre no está en las reglamentadas marchas de Tegucigalpa, sino que en aquello que retoma fuerzas originarias y territoriales con las que ellos no están para nada acostumbrados”.
- Julio Hernández:
“el mejor ejemplo de la cohabitación con el régimen fue dado al verse dos dirigentes obreros como facilitadores de un dialogo entre la dirigencia magisterial-JOH que mas pareció una encerrona, lo peor es que uno de ellos estaba en la dirección del frente, lo que nos demuestra que hay cierta cohabitación con el régimen, y por ende su implícito reconocimiento, parte del éxito del paro cívico… fue que se unieron sectores mas territoriales … y también ahí salió la “mediación gremial" pero un hecho irrefutable es que el crecimiento del frente su articulación debe ser mas territorial menos tradicional, no vi en el paro a los sectores tradicionales concretamente a partidos políticos ...”
- Fabricio Herrera:
“Para que este supuesto repliegue táctico no suene a "ponga" de algunos dirigentes magisteriales y del FNRP, que no siga oliendo a un afán desmovilizador y de enfriamiento de la fuerza revolucionaria de la resistencia, a componendas con el régimen y la embajada "para entrarle al negocio de las elecciones", la nueva forma de lucha deberá ser contundente y exitosa en contraste a la percepción de inutilidad y pusilanimerìa que empieza a consolidarse en la imagen que tenemos de buena parte de la dirigencia del FNRP”.
Es probable que los resultados del mes de marzo y la crítica que se está efectuando esté siendo tomada en cuenta por las distintas instancias de dirección nacional y regional del FNRP; no debemos pensar de forma contraria y sin ser fatalistas, por lo menos mantengamos la esperanza y la alegría.
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