Nuestra Palabra, Radio Progreso, 11 de abril de 2011
En el marco del mes de la herencia africana en Honduras, se recuerda la llegada a Punta Gorda, en la isla de Roatán, en el territorio hondureño en 1797 de miles de esclavos negros procedentes de la Isla San Vicente, y que hoy conforman unas cincuenta comunidades garífunas extendidas a lo largo de toda la costa caribeña.
La celebración de los 214 años de presencia y desarrollo del pueblo garífuna en Honduras está marcada por un interés del régimen de Lobo Sosa de vender una imagen de reconocimiento a todo el aporte que, desde su cultura, este pueblo le hace a la vida nacional, a través de la creación de una Secretaría para el desarrollo de los pueblos indígenas y afrohondureños. Sin embargo, hace apenas unas semanas, la presidenta de la Ofraneh, Miriam Miranda, fue gaseada, golpeada y detenida por la policía cuando participaba de una marcha pacífica.
En este marco de severas incoherencias, mañana, Día de la etnia negra de Honduras, el Consejo de Ministros sesionará en la comunidad Bajamar, Cortés. Comerán cazabe, beberán gifiti y bailarán punta, pero en su agenda está plenamente ausente la situación del pueblo garífuna, amenazado con la instalación de megaproyectos turísticos y represas para la generación de energía eléctrica.
40 familias garífunas descendientes directas de los ancestros de 1797, fueron desalojadas la semana anterior, porque sus tierras las reclama el Instituto de Previsión Militar. Es una ironía, decía en un comunicado la Organización Fraternal Negra de Honduras, Ofraneh, “que los garífunas de Punta Gorda, carecen de un título de su territorio, a pesar de haber bailado para las administraciones gubernamentales de turno, que suelen celebrar en Punta Gorda con rituales de poder los aniversarios de nuestra llegada a Honduras”.
Estas comunidades garífunas, que representan el 10% de la población nacional, y olvidadas por todos los gobiernos, en la ola privatizadora que impulsa la actual administración pública, están en la mira, no por ellas mismas ni menos por sus derechos, sino por sus recursos naturales y el potencial turístico que representan sus costas.
El objetivo real de los empresarios y de las políticas oficiales es convertir a las comunidades garífunas en un simple folklore para el turismo y la exportación, mientras en los hechos se van expropiando de sus tierras y recursos naturales. Por eso mismo, la lucha del pueblo garífuna es una lucha nacional, y en la defensa de su cultura, sus recursos y riquezas se juegan los intereses y la dignidad de todo el pueblo hondureño.
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