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viernes, 14 de octubre de 2011

Mcdonald para Honduras " Roberto Quesada "


"La belleza perece en la vida pero es inmortal en el arte."--Leonardo Da Vinci.

El título parece un anuncio pero no lo es: a unos puede hacérsele agua la boca y a otros el rostro convertírseles en un nudo de rechazo y el pensamiento dice “chatarra”. Es que el nuevo lenguaje catracho se ha vuelto exigente, y decir algo por sencillo que parezca puede herir una o muchas susceptibilidades. Tampoco nadie tiene la culpa de tener un apellido de hamburguesa, pero no puede estar más a tono—si de sentido del humor se trata—que lo tenga un caricaturista… peor aun si lo tienen dos: los hermanos Allan y Johnny Macdonald.

Ambos son talentosos, brillantes, pero hoy va a referirme al menor de ellos, el otro, el de mi generación, ya está acostumbrado a los laureles, Johnny, al paso del tiempo, se irá acostumbrando.

Con Johnny Mcdonald nos conocimos en 1988, en un canal de televisión, en Tegucigalpa, en un programa que presentaba la rusa Irina Sundukova. Yo iba a presentar un libro, no recuerdo cual pero tiene que ser uno de mis dos primeros, El desertor o los barcos, y un cipote de once años se me acercó a saludarme y a decirme que estaba alegre porque íbamos a estar juntos en la tele, y allí mismo me mostró sus trabajos.

Se trataba del dibujante, pintor, escultor Johnny Mcdonald, quien fue un niño precoz, con cara de bebé ya estaba siendo galardonado. Y desde allí hasta la fecha no ha dejado de hacerlo.

Aunque en Honduras no somos muy inclinados a valorar lo nuestro—siempre solemos decir que es mejor lo de afuera, aunque sean extranjeros que lleguen a explotarnos y a burlarse de nosotros—nunca es tarde para ir despojándose de esas cadenas coloniales. Por supuesto, esto no significa que debemos de ser xenofóbicos y no reconocer lo bueno de otros países y otras culturas. Pero referente a lo nuestro, no debe de esperarse a que el artista se muera—o lo asesinen—tal como sucedió con el cantautor Jerónimo, ilustrando con ejemplo, para valorizarlo.

Aunque no sea el tema y aunque haya a quienes no les guste, es la verdad, en Honduras ahora debemos de hablar de un antes y un después del golpe de Estado del 28 de junio del 2009. No puede negarse, por ejemplo, que el noticiero Abriendo Brecha y Canal 10 había apertura al arte y las letras nacionales. Así mismo en otros medios. En lo personal no me quejo, tanto Wong Arévalo, Yofo Hernández, Juan Bautista Vásquez y tantos y tantas más siempre dieron sendos espacios para la difusión de mi obra literaria. Ahora, según me cuentan, depende de las simpatías del medio y el artista o escritor para ser invitado: progolpista o resistente.

Algo que se mantiene, en el antes y después, es el encasillamiento de un artista o un escritor. Es casi extraño ver, a excepción de Radio Uno, que se invite a un pintor, a un poeta, a un novelista no solo para que hable de su obra sino de la realidad nacional, del acontecer político, de sus sueños no solo de su obra individual sino de ese colectivo llamado país. Por ejemplo, sería bueno tener la apreciación de un Jonny Mcdonald, de nueva generación, o uno de la vieja guardia como el poeta José Adán Castelar sobre la Honduras actual y la que sueñan a futuro.

A través de la historia el artista, el escritor, ha sido generalmente un pensador preocupado por su entorno, por su país y por la humanidad entera. Esto nos lo deja claro el artista Johnny Mcdonald en la diversidad de su obra. En su pintura estalla el color, como muestra de su creativa juventud resplandeciente, pero a la vez lleva impregnado su sello socio-político. En su escultura nos muestra su preocupación y contribución en temas nacionales como el dedicado a la tercera edad, o a las víctimas del huracán Mitch (el Micht del 1998 no el del 2011). Y también la exaltación de los valores nacionales como su escultura instalada en Olancho, dedicada a cinco de los más grandes poetas olanchanos.
Contrario a quienes olvidan a sus maestros locales y se aferran a nombres rimbombantes extrafronteras para asumirlos como maestros y quizá con ello convencer al espectador no avezado de la trascendencia de su obra, Johnny en su biografía dice: “me gané una beca a la escuela nacional de Bellas Artes para cursos de dibujo y pintura con los afamados maestros: Rony Castillo, Dino Fanconi, Aníbal Cruz y Miguel Ángel Montoya, también me formé desde la infancia en materia histórica con Juan Domingo Torres.”

“Nací un 14 de febrero, en Valle de Angeles, Francisco Morazán, a 33 kilómetros de Tegucigalpa, en 1977, en donde todos regalaban flores a sus padres, Dios les regalaba un hijo… yo…Johnny.”

Me gusta esta visión, y por eso se las comparto, de su afamado internacionalmente hermano Allan Mcdonald, en entrevista que le realiza el periodista chileno Mario Casasús, dice: “Mi hermano Johnny estudió en Bulgaria, allá se especializó en arte y tiene una formación ideológica muy bien planteada, así que se dedicó a la pintura social, nunca quiso montar exposiciones ni vender sus pinturas, sino que se relacionó a la parte más social que era la defensa de los derechos humanos; el arte para nosotros es la defensa de la vida, la defensa de la libertad y las ideas. La caricatura que sólo denuncia se convierte en lamento, la caricatura tiene que ser un arma de lucha, tiene que ser una herramienta de cambio, tiene que ser una línea de estrategia para vencer a la oligarquía y a los cobardes; la caricatura no es un vehículo de lamentos, no es una oración para que esto cambie, tiene que ser fuerte.”

El presente no pretende ser un estudio profundo sobre la obra de este destacado artista hondureño sino un llamado para visitar su obra en:

http://johnnymcdonald.artelista.com
Allá cada cual que se forme su criterio acerca de la obra de Johnny Mcdonald, para mí, sencillamente es extraordinaria. Y es catracho, junto a su hermano Allan, son el Mcdonald de Honduras.

Nueva York NY 12 octubre 2011
robertoquesada @hotmail.com

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