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martes, 2 de agosto de 2011

La maldad tiene cura " Roberto Quesada "


“Lo peor que hacen los malos es obligarnos a dudar de los buenos.”--Jacinto Benavente.

El tema de la maldad siempre es polémico, ambiguo. Quien tiene ciertas convicciones cree, muchas veces a pie juntilla, que quien no comulgue con sus ideas no solo es adversario sino que es el malo. Pero esa es “maldad” por causas ideológicas, de grupos y de intereses. No obstante existe maldad individual, de gente que contrajo la maldad, quizá en el vientre materno, o un poco antes o un poco después, pero que existen, no hay duda.

Para el oligarca o poderoso a quien el pueblo reclama sus derechos, esos lideres del pueblo que despierta, que descubre que su país en realidad nunca ha sido tal ni siquiera su patria y llega la hora de recuperarla, para ellos esos son los malos, pero en realidad no son ni buenos ni malos sino solamente gente que en algún momento reflexionó, se enteró de cómo habiendo nacido en un país rico, como Honduras, por ejemplo, y él no tiene ni para comer mucho menos para la salud y educación de sus hijos. Algo debe de andar muy mal si naces en un país donde hay muchísimo pero solo para unos poquitos. Y, por si fuera poco, muchos de esos poquitos no son nacidos allí y si son paridos allí (en Miami) pero con la convicción de que son de un sitio lejano.

Claro, quien domina los medios domina el cerebro colectivo, y a fuerza de repetirlo convierten al luchador por la justicia, en el malvado de la historia. El que reclama, pelea por una vida más digna, denuncia la corrupción, la explotación, la opresión, sin duda que para quienes manejan el poder es imperioso en hacerlo parecer como lucifer, el malvado, y muchas veces la gente debido a la ignorancia repite a tientas y ciegas lo que le inyectan sus opresores y terminan por crucificar a su libertador, no hay mejor ejemplo que el caso de Cristo, los pendejos de la época gritaban enajenados: ¡Crucificadle!, ¡crucificadle!

Para no ilustrar solo con la divinidad, como es Cristo sino también con mortales de carne y hueso y sin resurrección, tenemos el ejemplo de Francisco Morazán Quesada, quien, en su época, para la oligarquía centroamericana fue un delincuente, saqueador, agitador, lo peor que podía imaginarse de alguien en ese tiempo, tan así que le apodaban Chico Ganzúa y no pararon en su contra hasta llevarlo al paredón de fusilamiento. Años después nos enseñaron en la escuela que el otrora forajido no era sino un héroe, prócer, libertador, el unionista de Centro America para convertirla en una sola nación grande y poderosa, etc. La historia se repite, a quienes la oligarquía presenta hoy como los malvados, es probable que sean los auténticos héroes del futuro.

Por alguna razón, en términos generales, el ser humano tiene ese instinto natural de alejarse de la maldad. Y para los que nacimos en países en donde ha prevalecido el cristianismo, por algo inexplicable siempre nos ha gustado estar cerca del cura, ser amigo del sacerdote, los hemos visto no como hombres ni mujeres sino asexuales, próximos a la divinidad. Cuando de niño un cura te saludaba hasta te sentías un mejor ser humano, era como si hubieses hablado con el secretario privado de Dios.

Aunque en lo personal nunca he sido tan religioso, tampoco he sido ateo. Nunca he tenido nada contra ninguna iglesia, de niño asistía a la católica y años después a la evangélica, a la iglesia Filadelfia a acompañar a mi hermana, Ana. Y cantaba los coritos “Cuando allá se pase lista”, “Demos gracias al Seños”, “Alabaré, alabaré.” Y recuerdo que había un hermano de la iglesia, en La Ceiba, que trabajaba en el supermercado Capellades, y cada vez que yo me aprendía un Salmo, él me premiaba con una manzana.

Ultimamente en Honduras hemos visto como la maldad ha florecido, por supuesto, nunca mejor alimentada que por los golpistas, pero los reales, los de arriba. No los arrimados, ni los que son por unos pesitos, ni los que son por ignorancia, no, los verdaderos. Los demás son payasitos que no tienen sino que sonreír cuando el amo les indica, por tanto no vale la pena ni condenarlos. Pero ojo, la maldad, la autentica maldad, no solo está en un lado: los ricos son malos, los pobres son buenos. Falso, hay ricos buenos y hay pobres malvados. Los de la derecha son malos y los de la izquierda buenos. Falacia, en la derecha, en la izquierda, en el centro y en los ultras existe la diabólica maldad.

Con esto del golpe de Estado me tropecé con dos “libertadores”, que odian al presidente Pepe Lobo y desconfían del presidente Zelaya (paradójico: la oligarquía odia a Mel y desconfía de Pepe). Pues estos dos estaban empecinados en que yo escribiera en contra de Pepe, tanto así que uno de ellos, olanchano, sociólogo, que vive en Nueva Jersey y se llama Reinaldo, comenzó a hablarme mal de una hermana ya fallecida de Pepe. Le dije que respetara la paz de los difuntos y que lo de él con Pepe ya no era discrepancia ideológica sino pura envidia. Para qué, me lo gané como enemigo jurado.

Desde entonces, acentuado porque estuve, y estoy, en contra del abucheo que dieron a Pepe en el funeral de Israel Salinas y luego mi apoyo al Acuerdo de Cartagena, este individuo, aliado con otro, no han parado por meses el asedio, el hostigamiento, el acoso, a mi esposa y a mi, y, por lógica, a nuestro hijo Robertito de seis años. Ha habido tanta maldad, tanta saña y ponzoña, que describirla en un artículo es imposible. Verdaderamente que estos dos individuos nos han hecho mucho daño.

No quisimos reportarlo a la policía porque de alguna manera era dañar a la Resistencia, ya que se hacían pasar por sus miembros, pues sabíamos que se trataba de hondureños viviendo en los Estados Unidos. Nuestros especialistas en computación han logrado dar con el IP del segundo (es el mismo acosador del que les hablé en el artículo anterior, a pesar de que usó tres servidores para despistar), porque ambos solo atacaban con pseudónimos (lo que los muestra como cobardes, en cambio Pepe y Mel, equivocados o no, hablan de frente, son valientes) , y, para nuestra sorpresa, se trata de un cura hondureño, que vive en Upstate New York, que se firma sacerdote anglicano, y que presume de ser familia de la presidenta del Cofadeh (más bien de su esposo desaparecido, pero usa su apellido de acuerdo a conveniencia). A estas alturas ya las pruebas son irrefutables, pero, lo que me hace reflexionar y dudar de todo es que se trate de un miembro de la Iglesia Episcopal, otra vez un cura, un sacerdote haciendo alarde de ser hijo de la maldad. Si usted cree que Micheletti o los jefes de él son malvados, piénselo, pues frente a este cura quedan como santos aprendices, agregando que el sacerdote, supuestamente, tiene un pacto con Dios por el amor al prójimo.

¡Con esta clase de curas, que el Señor nos agarre confesados! ¡No hay duda de que la maldad tiene cura!

Nueva York NY 01 agosto 2011
robertoquesada@hotmail.com

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