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sábado, 14 de mayo de 2011

¡Ya no hay excusas…! " Roberto Quesada "

“Personalmente siempre estoy dispuesto a aprender, aunque no siempre me gusta que me den lecciones.” --Winston Churchill.

Indudablemente, de la sucesión presidencial acaecida el 28 de junio del 2009, todos/as hemos aprendido. ¿Qué dije: sucesión presidencial? Ya veo que estoy desactualizado, si ya nadie le llama así al golpe de Estado. Pues sí, hemos aprendido y seguimos aprendiendo de golpe.

Cuando el golpe estaba en auge, en algarabía casi infantil, con el perdón de la niñez, un grupo de empresarios salieron airados a decir que Honduras no necesita de nadie, podía vivir y sostenerse con sus propios recursos, y desembolsando ellos, ¡sacrificándose ellos!, sin necesidad de pertenecer a ningún organismo internacional ni extender la mano a ningún organismo financiero.

Ahora, cuando ni siquiera van dos años del golpe, han visto por el retrovisor y se dieron cuenta de que no se pasa del mismo lugar: estancamiento total, atollados. Entonces descaradamente le dan un “Viva Chávez” y se espera ansiosamente el retorno a Petrocaribe y por añadidura al Alba y a lo que venga. Esto, sin duda, es un aprendizaje para los no hasta hace mucho envalentados empresarios. Y automáticamente da la razón a los empresarios opuestos al golpe de Estado.

Por parte de la Resistencia, también se ha aprendido. Hubo quienes dijeron “a ese gobierno sucedáneo del golpe no lo reconocemos”, pero, tiempo después, a través de sus diferentes gremios, han reclamado y se han sentado a negociar con el presidente Lobo, quiérase o no, esta ha sido una forma de reconocimiento. La lección: nunca digas de esta agua no he de beber.

Mario Canahuati, el canciller, que recién entrando se dedicó a la cacería de brujas de todo lo que oliera a diplomáticos antigolpistas, y dejó a muchos y a muchas en el exterior sin paga ni siquiera del menaje para retornar al país, más de una vez, vociferó sin modestia alguna, la capacidad de Honduras para sobrevivir lejos del concierto de naciones. Incluso, insultó al presidente Rafael Correa, de Ecuador, y de forma prepotente le preguntó al periodista David Romero Ellner, en entrevista de Radio Globo: “¿Quién le dijo a usted que nosotros queremos relaciones con ellos?”, (refiriéndose a Unasur, quizá porque se sentía protegido por Miami). Ahora dice: “Lógicamente tenemos que respetar lo que digan los países amigos.” Moraleja: Nuestra propia vanidad siempre nos lleva a pasar por terribles desilusiones. (Esopo).

También aprendió el ex de facto, Micheletti, a cada cosa que decía el embajador de los Estados Unidos, Hugo Llorens o cualquier cosa que se dijera desde Washington apoyando la reconciliación con el Sur, salía él con el machete desenvainando (dicho metafóricamente), quien sí lo blandía era el tristemente célebre Noriega, con arrogancia y prepotencia a insultar a los Estados Unidos. Bastó ٕ que Wikileakes publicara unas cosas contaminantes, para que Micheletti se autoaconsejara y enmudeció: Machelete estate en tu vaina.

Hemos aprendido también millones de formas de ofendernos, se dará un momento en que tendremos que aprender a perdonarnos. Ya sé, alguien dirá por allí: Ni olvido ni perdón. Claro que sí, pero es que ya ese es otro tema que va más allá de un simple insulto, o de un histérico impulso, no, se trata ya de privar de la vida a otros seres humanos. Y esto debe de seguir el curso de su historia que no es otro que justicia y castigo para los responsables: sean de cuello blanco o de cuello mugre.

Por eso cuando Mario Canahuati dice: Ya no hay excusas para que Honduras retorne a la OEA”. Hay que decirle: “Un momentito, hay tres puntos más pendientes”. Y recordarle que con el regreso de Mel y el reingreso de Honduras a la OEA, no desparecen por arte de magia palabras como impunidad, o el dolor de los familiares que han perdido a sus seres queridos durante la crisis generada por el golpe de Estado, entre otras muchas cosas. No, no hay que equivocarse, no se trata de borrón y cuenta nueva.

No sé si en nuestro país, y en America Latina, hemos aprendido con este reciente golpe en Honduras que los golpes de Estado no son la solución para discrepancias ideológicas, por el contrario, agudizan el conflicto y traen muerte, represión, devastación del país, pobreza y enfermedades físicas y mentales. Se impone el odio.

Y yo, bueno, no puedo hablar por otros escritores ni periodistas sino por mi mismo, ¿qué he aprendido? Mucho, y sigo aprendiendo. Por ejemplo, que antes del golpe podía polemizar, y la persona en cuestión, con legítimo derecho a réplica, defenderse. Y cuando se acababa la polémica, se acababa. También creía que toda la gente que decía luchar por justicia social…con solo eso ya tenía olor a santidad. Tremendo chasco me he llevado con lección incluida: he sido victima del escarnio, injurias, calumnias, anónimos, seudónimos, montajes, amenazas y todo por opinar, por un grupito radical que cree estar por encima de la Resistencia y tener la razón. Me recordó algo que con frecuencia me dice el amigo Jorge Arturo Reina: “Los extremos terminan por encontrarse”.

Por fortuna sé defenderme, pero no ha sido fácil. Y esa defensa la encontré en el libro de libros: “"Haz de mí, Señor, un instrumento de tu paz. Que donde haya odio, ponga yo amor…”
Lástima que solo nos refugiamos en la Biblia cuando nos acorralan los problemas, ¡esto también lo acabo de aprender!

Nueva York NY 11 Mayo 2011.
robertoquesada@hotmail.com

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