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viernes, 4 de febrero de 2011

Los Petreos por Aníbal Delgado

Sin ser experto en Derecho Constitucional creo que nuestra Constitución no debe tener artículos irreformables.

Por otra parte, sin sacrificar lo que es esencial, debe ser breve; aparte de las declaraciones de soberanía, forma de gobierno, territorio, derechos individuales y sociales y de aquéllos que son fundamentales para el funcionamiento del Estado, los demás deben dejar de tener rango constitucional.

Si la Constitución entra a regular aspectos muy particulares de la vida nacional, puede llegar un momento, por la misma naturaleza dinámica de la sociedad, en que deja de ser vehículo de desarrollo para convertirse en cerrojo, y en la lucha siempre conflictiva y contradictoria por el progreso, los candados siempre saltan en pedazos.

La voluntad y la visión políticas de los legisladores constituyentes no deben convertirse en camisa de fuerza que ate a las generaciones venideras a preceptos que si bien pueden ser correctos en un momento, no lo serán para siempre. Los constituyentes de 1982 en un afán por mantener el principio de no reelección incólume para la eternidad, en los artículos últimos de una Carta Magna que en general es buena, fueron puntillosos en insertar cuanto candado se les ocurrió para impedir que los hondureños por venir alteraran su obra; quien lea tales artículos descubrirá un interés paranoico en no dejar resquicio alguno por donde se pudiera colar la reelección o el golpe.

No estoy de acuerdo con la reelección del presidente de la República por las razones que he venido exponiendo, pero creo que es insensato evitarla con leyes que desafían las épocas, un crimen detenerla con golpes de Estado, y una infamia reprimir a sus partidarios; es el debate amplio, la educación política, el planteamiento democrático, lo único que civilizadamente puede galvanizar la democracia de la locura continuista o la vulgaridad golpista.

¿Permite que el pueblo se pronuncie por la supresión de los artículos pétreos la reforma del artículo 5 constitucional?, unos juristas dicen que sí, otros que no; ¿hay que emitir entonces una nueva Constitución?, pero la vigente prohíbe y penaliza la sola intención de reformarla o derogarla por procedimientos distintos a los contemplados en ella misma.

Siento que los señores congresistas no han sido claros en el planteamiento y discusión de este problema, y que frente a esta incertidumbre es necesario que ellos, el Colegio de Abogados, los constitucionalistas, abran un debate para poner las cosas en blanco y negro; porque si tenemos la visión de una ciudadanía participante debemos conocer la verdad y posibilidades de nuestras leyes

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