La oxigenación que, contra su propósito, trajeron los acontecimientos de 2009 al contexto hondureño ––desengaño, dolor y consecuente reflexión–– mostró que lo que brillaba no era oro sino cobre barato, y que los metales donde se asentaba la vida cívica hace largo tiempo se habían herrumbrado. Los partidos políticos ––que tales eran esos metaloides–– exhibieron en la crisis tantas contradicciones doctrinarias que se negaron como entes societarios y creció entre la población la certeza de que por décadas se habían transformado exclusivamente en órganos de control de poder, en cámaras para manipulación del presupuesto gubernativo y en agentes de intereses ajenos a la conveniencia pública.
De Junio de ese año en delante fue precisándose la percepción de que en el país vivíamos una larga operación de maquillaje y ocultamiento, de falsa orquestación democrática, a cuya sombra legiones de "líderes", activistas y empresarios acumularon fortunas frecuentemente nacidas de la corrupción. Fue la decantación, como cuando los líquidos espesos asientan detritus y se aclaran arriba, dejando ver virtudes y defectos.
De esa manera se conoció en aquel entonces quiénes respondían a éticas políticas y quienes a codicia personal; los que eran demócratas y quienes ––contra sus declaraciones–– ocultos autoritarios, tiranos y manipuladores violentos. Fue cuando acuñé el término descriptivo "gente-caca", que carece de voluntad ofensiva. Es un vocablo valorativo racionalmente apoyado y que no vacilo en aplicar a quienes lo ganaron: aquellos que son ignorantes políticos, intelectos atrasados, retrógrados en lo social, fanáticos ultraconservadores y residuos de marchitas guerras frías, además de moralmente malos. Carecen de humanismo y llego a dudar que sean humanos, pues las bestias dialogan, conviven, se conducen mejor.
Esta semana hubo circo. A raíz de las modificaciones propuestas al artículo 5 de la Constitución nueve payasos pidieron el ruedo. Los más toscos y momificados de ellos aseveraron, como desde el CCEPL y el Cardenal Católico, "que el pueblo no está preparado para cambios sustanciales"… ¡Cuánta lejanía, qué terrible distancia exhiben esos supuestos líderes con respecto a su población electoral! Ignorantes de la toma de conciencia que ellos mismos provocaron con el rompimiento constitucional, subestiman y desconocen a sus seguidores reduciéndolos a masas incultas y volubles, lo que en modos globales ya no son. Aquellas recuas de campeños, encaramadas a camiones para llevarlas a sufragar, se extinguieron y fueron sustituidas por profesionales, clase media y una generación obrera informada, aunque todavía no presta a concretar el pensamiento en praxis. El clima mismo de la ansiedad democrática varió después del golpe y pasó de ser deporte partidista a urgentísima necesidad de cambios sustanciales en todos los planos: económico, social, cultural y sobre todo ético. Lo menos que esos firuliches debieron percibir es que el pueblo se harta de ellos y de su demagógico estilo de gobernar.
Honduras no es el segundo país más atrasado de América por voluntad divina ni por ausencia de recursos humanos y materiales. Lo es porque cuatro lóbulos craneales de su viciosa élite partidista practican pensamientos de pulpería y subdesarrollo, porque tal dirigencia es técnicamente incapaz de superar sus criterios prejuiciados y decimonónicos, y porque, carente de vigor moral, prefiere prostituirse con enriquecimiento ilícito en esta vida que dejar huella honesta a la posteridad. Centurias hace que la república dejó de producir modelos heroicos y ejemplares de conducta para adultos y para la juventud.
Cuando en Honduras los hombres dejaron de acometerse de frente, con valentía, y recurrieron al crimen por sorpresa y traición, la vieja moral colapsó pero tampoco dio paso a nuevos valores. Sobrevivieron ciertas rémoras, cadáveres o antigüedades mentales que pretenden todavía conducir a la nación. Pero para suerte los circos son efímeros y aunque con nostalgia pronto desaparecen del entorno, y con ellos esa clase ridícula de políticos que atrasa el avance de los mundos. Se van con la vida o los sepulta la historia
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