Las regiones administrativas especiales que han sido exitosas en Asia obedecen a realidades históricas, políticas y sociales totalmente distintas a las de Honduras; pretender transplantarlas aquí no es sólo una insolencia teórica, sino una estupidez política.
Aparte de lo anterior, al suponer la constitución de este enclave la entrega de parte del territorio nacional al capital transnacional y las potestades del Estado nacional a un Consejo de Administración integrado por magnates extranjeros, no se configura otra cosa que una flagrante amenaza a la soberanía nacional y a la independencia de la República.
Quienes promueven este proyecto seguramente dirán que las cosas no son como se plantean y como ha comenzado a entenderlas la sociedad hondureña, pero cualesquiera que sean las letras y los conceptos con que lo adornen, en el fondo es un proyecto totalmente repudiable, un escandaloso tropiezo del presidente de la República que viola su atribución constitucional de mantener incólume la independencia y el honor de la República, la integridad e inviolabilidad del territorio nacional.
Quizás obnubilado por la fama de su promotor, Paul Romer, notable economista, profesor de Economía de la Universidad de Stanford, muy respetado en la comunidad científica, el presidente aceptó a ojos cerrados su propuesta de ciudad arrendada o alquilada (charter city), olvidando que la patria, así sea una minúscula porción de ella, no se alquila, ni se presta, ni se rifa, ni se vende.
La propuesta de ciudad alquilada (charter city), a pesar del prestigio del doctor Romer, ha sido duramente cuestionada por destacados economistas en Estados Unidos, y rechazada por indecente y abusiva en aquellos países de América Latina y África donde la ha concretado, que no son ni Brasil, ni México, ni Chile, sino en aquellos de economías frágiles y gobiernos despistados.
Aceptar “al chilazo” una propuesta de esta naturaleza dice mucho de un gobierno; habla sobre todo de su carencia de planes, de su propensión a la improvisación, de una lamentable falta de compromiso con los intereses del país, porque atarse a proyectos de pompas de jabón como este que promete resultados encantadores a la vuelta de la esquina no es de gobiernos con un serio respaldo científico técnico.
Enriquecer al país, generar empleos, dignificar la vida del hondureño en un marco de independencia nacional es el propósito de todos y a ello debemos consagrarnos; la ciudad alquilada es una nueva forma de colonialismo y la colonia próspera, por más luminosa que parezca, jamás debe estar en nuestra agenda.
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