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martes, 7 de diciembre de 2010

La renuncia presidencial por Arturo Rendón Pineda

El caso de la venalidad de la mayoría de los diputados al Congreso Nacional. Son fuertes cuanto se trata de los débiles. Ante los poderosos, son cobardes y serviles. Pero el cuadro más sombrío, es asistir por la TV a las discusiones en el pleno del Congreso que solo denota una falta total del decoro parlamentario.


Nos estamos refiriendo al Poder Legislativo del período pasado en su mayoría golpista, quienes mediante el financiamiento de algunos empresarios y la complicidad de otros poderes, dieron el golpe de Estado-Militar y lo ratificaron posteriormente. Las firmas de los diputados golpistas han quedado registradas no solo para la historia, sino también para la acción de la Corte Internacional de Justicia, ya bastante encaminada.


Construyeron un montón de pruebas para mostrar su capacidad de transformar la mentira en verdad sin ninguna sustentación creíble y valedera. Pero cuando fueron analizadas tales “pruebas”, fueron desenmascaradas por el pueblo mismo, el periodismo investigativo y por el concierto internacional, ¡resultaron ser una inconfesable farsa!
Pocos diputados tomaron la postura ética negándose a aceptar las pruebas de manufactura interna, acoger el peso de lo contradictorio y exigir la claridad de los hechos. Pero casi todos sacrificaron la ética al juego político. Hasta que la máscara cayó por fin: “Se transformó la cuestión ética en cuestión política”, lo que solo significa que los reclamos no cuentan, lo que cuenta son las versiones prefabricadas. Las mentiras ya no son más mentiras, sino deducciones de una lógica trasnochada y criminal. Los crímenes y la represión constatados ya no son verdaderos, sino acusaciones movidas por intereses extraños para perjudicar a “los honorables diputados que rubricaron con sus firmas su traición a la patria”.


Para los artífices del rompimiento constitucional, cuando se entra en el nivel político significa que todo se vale, pues en la categoría de la pseudo democracia que profesan y dicen defender, los derechos y la justicia no son instancias referenciales que deben ser siempre observadas, sino que son mera decoración, pura comedia. Es tanta la desfachatez de estos pseudo representantes del pueblo al que traicionaron el 28 de junio, que ni se ruborizan frente a su deshonestidad y hasta se jactan de su fechoría. Pero lo que es peor, es que ellos confirman lo que siempre están repitiendo: ellos no aman el pueblo, tienen vergüenza de las bases populares que ven conformadas por chusmas insignificantes, a quienes solo ven en tiempos de elección para engañarlos, y arrancarles el voto invocando grandes promesas, nada más que falsas promesas.


Si medimos esta democracia sui generis por estos valores trastocados, ella es simplemente una farsa, una mentira oficialmente instalada e hipócritamente propalada por aquellos que creen equivocadamente que con el pueblo se puede hacer de todo, hasta irrespetarlo cada vez que lo consideren conveniente, y ventajoso para sus mezquinos intereses. Estos diputados que “a mucha honra se declararon golpistas”, perdieron el sentido de la realidad, la corrupción corrompió sus mentes divorciadas de la penosa lucha del pueblo por su supervivencia

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