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jueves, 23 de diciembre de 2010

Crónica de una historia conocida por Efraín Bu Figueroa

A pocos días de concluir el año 2010, sin duda que las revelaciones de Wikileaks se convertirán en una de las noticias más impactantes del año. Wikileaks le dio el privilegio a esta generación, de conocer las interioridades de la actual diplomacia norteamericana y de paso las intimidades que se devanean entre las respectivas embajadas americanas y los gobiernos donde tienen representación, que son casi todos los del planeta; que por otro lado, hubiésemos esperado tres o mas décadas para conocerlas como informaciones desclasificadas, para entonces solo con importancia histórica.


Para los que tenemos el sol a las espaldas, tales revelaciones, si bien llaman la atención por lo crudo de las mismas, no sorprenden. Historiadores hondureños citan en algunos de sus libros, opiniones y juicios de valor de embajadores americanos sobre gobiernos pasados, con lenguaje expedito, similar al actual; mucho del cual se inspira en fuentes nacionales, así como el pensamiento que tales embajadores tienen sobre la vida nacional y sus personajes, expresándose de ellos peyorativamente con desdén y desconfianza, de ahí que no extraña el léxico irreverente y prejuiciado que Charles Ford utiliza en sus comunicaciones a sus superiores, acerca de la figura presidencial hondureña, que a fin de cuentas es un irrespeto para el pueblo hondureño.


Es nuestro objetivo, más bien, comentar el informe del actual embajador don Hugo Llorens, el cual sacó de su juicio a voceros y amanuenses del golpismo, confirmando lo que los hondureños y la comunidad internacional ya sabíamos: “Las acciones del 28 de junio solo pueden ser consideradas como un golpe de Estado por el poder legislativo, con el apoyo de la rama judicial y los militares, contra el poder ejecutivo”. Tal situación fue demostrada en su momento por ilustres juristas hondureños.


Pero, lo que nos deja perplejos, en el informe Llorens, es el cinismo de nuestros propios políticos, de cuyo desenmascaramiento, se encarga el citado informe al desnudarlos como conspiradores y violadores de la ley y la misma Constitución, cuando afirma: “…el propio Micheletti debe ser forzado a dimitir frente a la lógica del artículo 239 ya que como presidente del congreso sometió a discusión la legislación para tener una cuarta urna en las elecciones de noviembre… Cualquier miembro del congreso que debatió la propuesta también debería ser separado del puesto y el candidato presidencial del partido Nacional Pepe Lobo que apoyó la idea, debe ser inhabilitado para ejercer cargos públicos por 10 años”. Es decir, que basado en las motivaciones que en su momento esgrimieron los golpistas del congreso y su comparsa respecto a la cuarta urna, ni el dictador ni don Porfirio Lobo hubiesen sido presidentes, el uno de facto y el otro sucedáneo del golpe.


Llorens deja claro y el 24 de julio del 2009, así lo comunica al departamento de Estado, que aquello fue una ruptura del orden constitucional, mediante una conspiración de instituciones estatales: el poder Legislativo y la Corte Suprema instrumentalizando, decimos nosotros, al ejército nacional, a la vez que hace mención de la falsificación de la firma presidencial en un documento público, una supuesta carta de renuncia del presidente, que “ni siquiera sirvió de base para la acción del congreso”, pero aunque así no haya sido, no deja ser un grave delito, que ha quedado en la impunidad.


Algunos se escandalizan por el doble discurso - más no doble moral, pues moral solo hay una- del gobierno americano. Podrá ser doble discurso, pero una sola política; los engañados fuimos los hondureños, que en nuestro afán de pueblo dependiente, creímos que, la nación del norte influiría de inmediato para restablecer la democracia y el orden constitucional. Hoy como en el pasado, el pueblo terminó defraudado, cuando lo mismo se creyó, al ser derrocado el gobierno de la segunda República en 1963; no obstante que en aquel momento había en la Unión Americana un liderazgo demócrata liberal tan carismático como el de la actualidad. Y estas, no son lamentaciones, son lecciones aprendidas, para el encuentro con nuestra propia independencia.


No nos confundamos, la nación del norte tiene una sola política, sólida y duradera, que ha sido su hilo conductor desde comienzos del siglo XIX, lo prioritario y predominante, son los intereses vitales de los EE.UU., la “integridad de las naciones del resto del continente americano es incidental más no un fin”, tal es lo que establece la doctrina Monroe y su modificación ulterior, el destino manifiesto.


De ahí pues, aunque el gobierno americano quizás nunca estuvo de acuerdo en los medios para neutralizar a Manuel Zelaya, sí se mostró complaciente con sus resultados: deshacerse de un presidente independiente, latinoamericanista que apenas comenzaba a dignificar a toda una nación, lo que resultaba incómodo a los intereses estratégicos de la metrópoli imperial.

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