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viernes, 15 de octubre de 2010

Reforma constitucional por Aníbal Delgado Fiallos

Es importante señalar que Honduras desde hace algún tiempo necesita una reforma constitucional. Éste es un consenso que se manifiesta en todos los órdenes de la vida nacional.

No es que la Constitución del 82 sea mala o un adefesio como señalan don Oscar Arias y don Miguel Insulsa con indignante irrespeto, sino porque la realidad nacional ha cambiado y necesitamos un cuerpo constitucional que se adapte a las nuevas condiciones económicas, sociales y políticas que vive el país y el mundo y al nivel de aspiraciones de nuestro pueblo.

Las constituciones no generan cambios pero sí pueden constituir el marco jurídico para que estos se produzcan; cuando una ley comienza a entrar en contradicción con el desarrollo, mismo que tiene un comportamiento dinámico, y en vez de favorecer su despliegue lo frena, ha llegado el momento de reformarla.

¿Qué es lo que hay que reformar en nuestra actual Constitución? Esto es un ángulo del problema que necesita consensos. Cada sector social debe haber estudiado qué aspectos del ordenamiento constitucional actual en los aspectos económicos, políticos, culturales o sociales le molestan y le impiden desarrollarse o viabilizan el logro de sus objetivos.

Los obreros, los pueblos indígenas y negros, los estudiantes, los profesionales y técnicos, los trabajadores del campo, las mujeres, los grandes empresarios, los medianos, pequeños y micro empresarios, los partidos políticos, la Resistencia, en fin todos los elementos organizados de la sociedad, deben tener ya una visión objetiva de sus intereses y aspiraciones para participar en el gran diálogo nacional que dará por resultado el proyecto consensuado de nueva Constitución.

En este proceso es necesario eliminar, con la energía con que se elimina una planta venenosa, las aspiraciones individuales o de grupo de los políticos profesionales, porque muchas veces son esas aspiraciones hábilmente disfrazadas de demanda popular, las que impiden los consensos que urge toda sociedad.

La reforma constitucional propuesta por el gobierno pasado pudo haber prosperado porque era oportuna, pero abrió las puertas de la sospecha cuando no se informó del contenido de la misma y cuando muchos funcionarios del mismo régimen comenzaron a hablar irresponsablemente del gobierno de los treinta años, y con esto nadie estaba de acuerdo.

El error de la oposición oligárquica, como siempre terca y sin luces, estuvo en no enfrentar cívica y políticamente este propósito y no plantear una convergencia inteligente, sino en encerrarse en sus miedos y en sus odios y acudir a la brutalidad del golpe de Estado.

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