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viernes, 8 de octubre de 2010

¿Quién dijo qué…? por Roberto Quesada

La crisis política genera todo tipo de crisis, incluida la psicológica, que, al parecer, no se le presta mucha atención en Honduras. En realidad es que no tenemos esa tradición de visitar al psicólogo o el psiquiatra e inmediatamente la gente los asocia con que le van a acusar de que les está faltando uno o más tornillos.


Me escribe un lector, Carlos S., que, sin duda, denota frustración, trauma post golpe y desesperación porque en Honduras regrese el Alba con un sol esperanzador. Ante ello el amigo Carlos prefiere cerrar los ojos frente a la realidad y autorrecetarse amnesia, dice: “… aunque esté jodida la cosa por aquí ... sigo aquí, y tratando de salir adelante, yo amigo creo en Honduras, creo que hay gente buena, creo que podemos salir adelante, creo que podemos confiar en el vecino, creo que un día estos momentos que vivimos van a pasar a la historia, y serán muy buenas anécdotas para contarle a nuestros nietos, pero me desilusiona ver o escuchar gente que se quedó viviendo en el año pasado (…) yo soy residente en ese país donde usted está pero me gusta vivir aquí... por que creo que algún día esto se tiene que terminar... y aunque a veces pierdo la fe en la gente...”.


Muy interesante y triste este correo, pero negarse a la existencia de los hechos, es como querer negarse a sí mismo. Habla de nietos, entonces es de suponer que tiene hijos. Si el amigo Carlos ve que su hijo a los tres años se roba un juguete de un vecino, a los cinco le irrespeta a él y a la madre (le grita, le chupa los dientes), a los diez sustrae dinero a gente que se descuida y así sucesivamente, y don Carlos y su esposa lo ven como normal, no le interrogan en dónde obtuvo lo hurtado, ven hacia la tele o por una ventana como forma de encubrir, entonces el niño tomará como normal e incluso se autofelicitará por saber delinquir. En el futuro no dude que se convertirá en delincuente común que asalte y asesine en las calles, o delincuente de cuello blanco y esquilmará al pueblo cada vez que tenga la oportunidad y soñará con asaltar un país asestando un golpe de Estado para él y sus aliados apropiarse de todo cuanto puedan, sin importarle si en la búsqueda de su objetivo quedan compatriotas asesinados/as, los derechos humanos violados, la libertad de expresión aplastada y todo tipo de crímenes de lesa humanidad.


Esto es ni más ni menos lo mismo si se refugia en el olvido autoimpuesto, y al decir que se quede en lo del año pasado en el año pasado, es prácticamente avalar y alabar a quienes dieron el golpe de Estado. Entonces inmediatamente el delito no penalizado abre las puertas para que tiempo después o cuando a cualquiera se le ocurra den un nuevo golpe de Estado.


Contra la impunidad no puede ni debe de haber olvido. Sus nietos, que ya serán de generación más avanzada, podrían avergonzarse de sus abuelos, porque cuando debieron luchar, desde cualquier trinchera (incluyendo las movilizaciones), se cruzaron de brazos o se hicieron los ciegos y permitieron cobardemente que los criminales quedaran libres y el país destrozado.


No puede hacerse al olvido mientras quienes delinquieron andan por allí, burlándose del pueblo. Cuando el ex presidente Zelaya está desterrado, por el simple hecho de querer consultar al pueblo, que supuestamente es el soberano, idea que ahora mismo se está retomando y ya no es delito. Lo mismo que se está retomando la idea del “Hoy no circula”, para descongestionar el tráfico tegucigalpense y el ahorro de combustible. Ya no es nocivo porque no proviene del gobierno de Zelaya. Todo esto lo que reafirma una vez más es que todas las acusaciones contra Zelaya no son sino producto de persecución política y rencores personales de quienes amargamente tuvieron que aceptar que el liderazgo de ellos, si es que una vez lo tuvieron, ya tiempos había fallecido.


Le recomiendo al amigo Carlos y a todas las personas que no han tenido oportunidad de ver el documental “¿Quién dijo miedo?”, de la cineasta hondureña Katia Lara, que lo vea. Esta excelente película le muestra la crudeza del golpe de Estado, pero al mismo tiempo la valentía de un pueblo ya cansado de que se le atropelle.


Desde que apareció este documental se ha presentado y sigue presentándose a lo ancho y largo de los Estados Unidos, de América Latina, de Europa y en Australia, pronto llegará hasta Africa. Es esclarecedor de las razones que llevaron al golpe, muestra sin ambages la brutalidad policial y militar.


En los lugares donde se ha presentado, como en el Festival de cine Tribbeca de Nueva York; International Action Center en el corazón de Manhattan; en el Comité de Unión para Salvadoreños (Ceus); en Inwood (de próxima presentación); en New Paltz; en la Escuela de las Américas Watch de Long Island (de próxima presentación), en fin, donde sea, la generalidad es que los espectadores obtienen un panorama amplio tanto de Honduras, de la hondureñidad y del golpe de Estado. Y, por ende, cada vez son más de todas las nacionalidades que se unen al repudio de este hecho criminal, mismo que no debe quedar en la impunidad porque sería como la peste, puede contaminar al Continente y, si nos descuidamos, al mundo entero.


Animo don Carlos, este documental le dará la revitalización que necesita para convencerse de que no se trata de una lucha estéril enjuiciar a los culpables. No se le olvide: “¿Quién dijo miedo”.



Nueva York NY 07/10/2010.
robertoquesada@hotmail.com

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