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sábado, 30 de octubre de 2010

¿Pedir perdón?... ¿A quién y por qué? por Juan Antonio Martínez H

El presidente Lobo en su desmedido afán por reivindicarse ante la comunidad internacional, busca de todas las formas posibles la manera de presentarse como el conciliador idóneo, a quien el pueblo, a través de las urnas, le ha confiado el mandato de traernos la paz y conciliar a la familia hondureña. Esta es la percepción que él tiene como la mejor forma también, de acabar con la crisis, aún latente, que originó el golpe de Estado del año pasado.
Por esta razón, el presidente no desaprovecha ninguna oportunidad para alentar la reconciliación entre los golpistas y los que por principios, nos hemos resistido a aceptar como normal o legal ese desventurado zarpazo a la democracia. Como cuando en una de sus acostumbradas conferencias de prensa manifestó que su gobierno busca traer paz a Honduras y no llevar gente a la cárcel. “El espíritu de la amnistía es que nos perdonemos todos, que le demos vuelta a la página y miremos adelante”, enfatizó el mandatario con simulada convicción.


Resulta fácil para una persona que no haya sufrido la angustiosa situación de un golpe de Estado o que no haya sido cómplice del mismo, decir a su conveniencia, “…denle vuelta a esa página y sigamos adelante”. Resulta fácil, y quizás hasta irónico decir, que nos perdonemos todos…


¿Pedir perdón?... ¿A quién y porqué?
¡Ahora resulta que las víctimas deben pedir perdón a sus verdugos! ¿Abrase visto semejante desplante e ironía? No hay duda que nuestro presidente debe estar alucinando o sometido a serias presiones para congraciarse con los funcionarios de la OEA y simular su interés por la reconciliación nacional, argumento a todas luces falso porque él también fue parte de la conspiración que derrocó al presidente Zelaya y sumió al país en esta agobiante crisis de la cual no podemos salir.


O tal vez el presidente Lobo quiso, con estas infortunadas declaraciones a la prensa, llevar a mano como expediente, un argumento convincente a la Cumbre de Tuxtla a la cual asisten los presidentes de Centroamérica y el Caribe, Colombia y México, que se realiza en estos momentos en Colombia, para hacer “lobby” y ganar gestores ante la comunidad americana en su lucha persistente por lograr la reinserción de Honduras al seno de la OEA.
Pero don Pepe en lugar de inducir un perdón que los golpeados, no tienen porqué ni a quién pedir, debería de dedicarse a desmontar la estructura golpista que permanece intacta a la sombra de su gobierno y buscar la forma de llevar ante la justicia a los culpables de haber desestabilizado la democracia en el país, saqueado las finanzas del Estado, asesinado, violado, torturado, atentado contra los derechos humanos y hundido a la nación en la peor crisis social, económica y política de la historia.
O tal vez don Pepe Lobo debe volcar todos sus esfuerzos en buscar la manera cómo el ex presidente Zelaya retorne al país con todas las garantías y seguridades que su condición de ex mandatario requiere, tal como lo exige la OEA y la mayoría del pueblo hondureño. Debería también procurar que no se continúen violando los derechos humanos y fomentando una irrestricta libertad de prensa en el marco de una política de respeto a las libertades públicas y compromiso con la democracia y los convenios internacionales suscritos por nuestro país.


No son los miembros de la Resistencia Nacional ni los que nos hemos opuesto al golpe de Estado quienes tengamos que pedir perdón, son las elites económicas, políticas, militares y religiosas que, por ambición desmedida, por temor a perder sus privilegios o por un inconsecuente déficit de patriotismo, decidieron un día propinar este zarpazo a la democracia. No es el ex presidente Mel el culpable de este desastroso enredo en que nos metieron los golpistas; no es Insulza, ni Chávez ni nadie más que ellos, los delincuentes, quienes tienen que pedir perdón y someterse al fuero de la justicia.


Solamente, cuando eso haya ocurrido, es que volverá la tranquilidad al país y podrá ocurrir la ansiada reconciliación nacional, de lo contrario, cualquier otro esfuerzo en ese sentido, será como estar arando en el desierto. Si don Pepe no quiere ver a los militares golpistas en la cárcel, lo menos que puede hacer es despejar el camino para que la Justicia Internacional lo haga, sólo así, podremos darle la vuelta a la página.

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