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domingo, 3 de octubre de 2010

Morazán y Marco en Nueva York por Roberto Quesada

"Declaro que mi amor a Centroamérica muere conmigo".— Francisco Morazán Quesada, héroe de verdad.

No es que haya aparecido el fantasma de Francisco Morazán Quesada por las avenidas de Nueva York persiguiendo al Sisimite; ni, mucho menos que, finalmente, el excelente escultor hondureño Arnaldo Ugarte haya encontrado eco a su propuesta de hacer un busto de este héroe hondureño y colocarlo en algún sitio privilegiado de la Capital del Mundo.

No, al pobre Arnaldo cada vez que cambian ministro de cultura le resurge la esperanza, y como dice aquella canción mexicana: todos le dicen sí, pero no le dicen cuando. Así lo he visto por allí en unas fotos acercándose a Bernardo Martínez. Pero ¿sabrá algo de Francisco Morazán, Bernardo? ¿En su fuero interno navegará un poquito de patriotismo? Patriotismo en el sentido de amar la tierra que le vio nacer y hacer algo positivo por ella, no el ‘patriotero’ como bien lo describe el escritor Billy Peña. Tal vez este ministro garífuna sale más morazanista que los indios. Y es sencillo, solo tiene que privarse de unos cinco viajes de esos que sus “asesores” le han hecho llamar de “visibilidad” (qué risa!), y que en realidad no aportan nada a la difusión cultural hondureña, nadie quiere estar viendo (visibilizando) ningún ministro sino sus obras. Y que no me vayan a venir con el trillado cuento, apenas uno realiza críticas constructivas, que es racismo. Ya, demasiado con el mismo disco.

Ese dinero malgastado en viajes estériles debería invertirlo en el proyecto del escultor Arnaldo Ugarte, que es una obra trascendente y necesaria para ese orgullo catracho que muchas veces parece que ha desaparecido de la faz de la tierra.

Pero no era para aquí que venía, amargarle el día a Bernardo que suficientes problemas tiene con la guerra que le ha declarado Godofredo, así que salgamos de estos renglones y pasémonos a el por qué de Francisco Morazán en nueva York.

Marco Rosales, compatriota y coterráneo de Olanchito, quien, increíblemente, a pesar de vivir desde hace muchos años en Nueva York, sabe todo lo de Honduras y especialmente de Olanchito, esto incluye hasta los apodos de los cipotes y cipotas que han ido naciendo en su ausencia. De hecho, por andarle haciendo caso me metí en líos un día con una señora que había salido en defensa de su hermano. Pues Marco me llamó en la semana que se celebran en Nueva York las fiestas patrias centroamericanas, para que lo representara y recibiera en su nombre un premio que le otorgó la ciudad.

Le dije que sí sin pensarlo, por amistad. Más tarde me imaginé recibiendo un premio que no era para mí, aceptando felicitaciones que en verdad eran para Marco y fotografiado con un premio ajeno. Ya no había marcha atrás, mi palabra estaba empeñada y no quedaba de otra que, literalmente, presentarme a saludar con sombrero ajeno. Es la segunda vez porque cuando el presidente Manuel Zelaya llegó a Nueva York dos días después del golpe de Estado, me pidió que le llevara el sombrero y yo para no cargarlo en la mano puesto que se veَía fuera de tono, preferí ponérmelo y así entré en la ONU, saludando con sombrero ajeno, digo, de Mel. Lo que, claro, en ambos casos, ha sido un honor.

¿Y qué tiene que ver Morazán, que no usaba sombrero, en todo esto? Paciencia, ya les cuento. Antes déjenme darles unas señas de Marco, pues él es de esas cada vez más raras personas que hacen bien y no miran a quién. Ya les conté que es de Olanchito, pero no les dije que su esposa es Linda Girón, que tienen tres hijos, que sus padres, muy orgullosos de su Marco, por cierto, son doña Fernanda Posas y don Adán Rosales Rodríguez. Ellos son de Olanchito pero les gusta que se les ubique geográficamente sin falla: son de Las Aguas. Curiosamente de allí mismito era mi madre, Martha López, y mis abuelos maternos.

Marco Rosales es un miembro activo de la comunidad hondureña en Nueva York, y, además, una persona con un alto nivel de solidaridad. Personalmente le pedí una vez que le diera un lugar en su casa a un escritor uruguayo mientras se ubicaba en Nueva York, lo hizo; después le envié a un artista argentino, le dio cobijo; luego a un pintor y poeta español, también; así mismo a un actor hondureño (quien vivió allí por más de seis meses) ; y así es innumerable la gente a quien Marco ha apoyado, lo mismo puede decirse de las organizaciones no sólo hondureñas sino latinoamericanas en que ha sido importante la participación y el aporte de Marco Rosales.

Se deduce, de hechos como esta importante premiación, que Francisco Morazán Quesada, siempre anduvo en lo correcto en cuanto a la unión de Centro América en una sola nación. Para empezar este fue el festejo de la Independencia de Centro América, y más importante aun que, espontáneamente, los cónsules cayeron en el lugar común de casi declarar a Centroamérica como una sola patria: el idioma, costumbres, comidas, danzas (todas parecidas), etc.
“Para mí es un gran honor estar aquí celebrando con los centroamericanos”, dijo la concejal Julissa Ferreras, quien tomó la vocería de ésta celebración, repartió proclamas y es de origen dominicano. “Los centroamericanos siguen avanzando en esta ciudad”.

“Tenemos que dejar el individualismo y aprender a unirnos por el bien de la comunidad”, dijo el cónsul general de El Salvador, Dagoberto Alcides Torres, con sede en Long Island.

El cónsul de Nicaragua agradeció a Dios a su familia y a todos los presentes. “Centroamérica debió haber sido una sola nación”, dijo César Mercado. (Por cierto, este cónsul fue degollado días después en su apartamento, QEPD).

Y así también los otros cónsules, con o sin saberlo, evocaron esa idea morazánica de una Centroamérica única, fuerte y poderosa y, sobre todo, estratégicamente ubicada.

Y, por supuesto, no podía faltar la presencia de mi primo, el cónsul de Honduras en Nueva York, Francisco Quezada Lobo, quien, en su breve intervención, dijo que ojalá un día se concrete el ideal de nuestro antepasado, Francisco Morazán, de una sola Centro América.
Así que gracias Marco Rosales por confiar en mí como receptor de tu merecido reconocimiento, aparte de haber sido un honor, pude confirmar en el lugar de los hechos que las divisiones de nuestros países centroamericanos son promovidas por unos pocos, pero la unión es anhelada y vigente por las grandes mayorías. ¡Salud!

Nueva York 30/09/2010.
robertoquesada@hotmail.com

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