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lunes, 11 de octubre de 2010

Confrontación o diálogo por EFRAIN BU FIGUEROA

Sólo es posible actuar inteligentemente si se intenta comprender los pensamientos y sentimientos de nuestro oponente, como si viéramos el mundo con sus ojos”. Albert Einstein

Virulenta polémica la que ha desencadenado el presidente Porfirio Lobo, al anunciar la apertura de un diálogo para discutir “los problemas de Honduras” donde, sin lugar a dudas, se incluye el tema de la asamblea nacional constituyente para elaborar una nueva carta magna.

Los sectores políticos han reaccionado diversamente; algunos celebran la convocatoria, otros la condenan, otros argumentan que es una trampa y no debe acudirse, “para no seguirle el juego al gobierno sucesor de la dictadura golpista, pues ello implicaría legitimarlo”.

El gobierno, luce agobiado por los complejos problemas que abaten a Honduras, agudizados desde el golpe de Estado. A 10 meses de gestión, la crisis interna se perpetúa; la reconciliación nacional, que tuvo malformaciones de origen, como se anticipó por algunos, ha fracasado.

Con el devenir de los días, la confrontación social interna continúa insuperable. Simultáneamente, bloques regionales de la comunidad internacional aún no reconocen al nuevo gobierno y hacen lo necesario para hacer sentir su rechazo en los numerosos foros y cónclaves mundiales, lo que, de una u otra manera afecta la ayuda financiera para la ejecución de los proyectos del régimen nacionalista. Adicionalmente, la incorporación a la OEA, ha resultado tan escabrosa como pretender ascender a la cúspide del Everest.

Ante esta vorágine de situaciones, el presidente Lobo, parece querer alinearse con el realismo del entorno político actual y finalmente decide enfrentar el desafío lanzado hace casi dos años por el régimen liberal del poder ciudadano: la convocatoria a una asamblea nacional constituyente.

En el tablado político, sectores de la resistencia llaman a no acudir al diálogo, por tratarse de una trampa del régimen nacionalista; en tanto algunas fracciones de la resistencia liberal, hacen caso omiso de ese llamado, lo que a su vez ha generado disputas internas por la representatividad de ese grupo.

Honduras no puede continuar descuartizándose en una lucha estéril entre sectores, enfrentados desde el rompimiento del orden constitucional. La lucha contestataria, iniciada por un histórico movimiento político-social antigolpista, contra la dictadura sietemesina, está en peligro de caer en la inercia y el estancamiento, si no adopta el debate dialéctico para impulsar nuevas etapas hacia la consecución del objetivo estratégico.

Por otro lado, las fuerzas golpistas se organizan, se preparan y se fortalecen para manipular a su conveniencia el diálogo, siendo su fin último mediatizar y/o sepultar el proceso hacia la emisión de una nueva constitución. En resumen, no se vislumbra en el corto plazo, una salida digna en esta confrontación entre hondureños, que pudiera concluir en una auténtica reconciliación nacional.

De ahí que, los sectores con mayor cultura y madurez política, muchos de los cuales se manifiestan en los partidos y en el movimiento de la resistencia nacional, debieran asumir el liderazgo de las ideas y de las acciones, para orientar la estrategia hacia el objetivo deseado por el pueblo hondureño: la transformación de nuestra sociedad, a través de la asamblea nacional constituyente, en la que la propuesta popular se concretará con una nueva constitución, que deberá expresar un cambio en la forma de gobierno, del modelo económico y donde el poder tutelar de la democracia pase al soberano es decir, el pueblo. Con ello, se abrirá el camino hacia el desarrollo y crecimiento económico con verdadera equidad y con claras oportunidades para todo el conglomerado nacional.

Rechazar espacios de diálogo, no es una decisión sabia ni visionaria; luce más bien, visceral y emotiva y está condenada a repetir experiencias nefastas de décadas pasadas, donde se desgastaron y desaparecieron organizaciones progresistas, se abortaron movimientos sociales, se perdieron valiosas vidas y al final el gran perdedor terminó siendo el pueblo hondureño, al desaprovecharse coyunturas especiales que hubiesen permitido el avance por derroteros de cambio y de progreso.

Trampas mayores que las experimentadas el año 2009, surgidas de la dictadura y sus patrocinadores imperiales, no podrán existir. Y si el llamado al diálogo tiene esa intención, dejarse trampear depende de la claridad de objetivos y la habilidad política negociadora de los que van a las trincheras de ese diálogo así como de la capacidad de movilizar al pueblo en el momento necesario.

Encontrar los objetivos comunes, en torno a los cuales se pueda converger, entre los sectores en pugna, debe ser la base de la discusión inicial, para luego derivar hacia un pacto social que se operativice a través de una nueva constitución. La lucha contra la impunidad, por probados delitos de lesa humanidad debe ser parte central de la agenda al igual que el retorno incondicional de todos los exiliados políticos, el cese de la persecución y la criminalización de los actos administrativos del gobierno liberal del poder ciudadano.

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