Navega dentro del Blog en sus secciones

Cargando...

sábado, 7 de agosto de 2010

El destino de la vieja izquierda por Héctor A.Martínez

Como lo que se conoce como “La Resistencia” se ha escindido en varias facciones, no deja de inquietar el hecho de que un sector de ésta, digamos los más radicales, mantengan una posición de línea dura, reacia al diálogo y a los arreglos con el gobierno que no sean aquellos que les sumen réditos.

La obsesión discursiva de éstos lo dice todo: el contenido de sus conversatorios; las apariciones en los medios o cualquier oportunidad de manifestación posible, posee un temario estándar, que no se sale del patrón desafiante, carente de conciliación y sobre todo, excluyente. Siempre es lo mismo: una constituyente y la refundación de la sociedad, en nombre de “los oprimidos que ya no aguantan y contra los opresores que ya no pueden”, como diría el profesor León Florido.


Dentro del esquema de Manuel Zelaya, quien obedecía órdenes superiores provenientes de Venezuela, ya se había trazado la ruta por la que Honduras debía transitar hasta ver instalado un sistema medio extraño denominado el “Socialismo del Siglo XXI”. Por cierto, esta ruta sigue vigente. Pero como siempre, el referido tema no se encuentra en el marketing de los líderes de la Resistencia por varias razones. Primero, porque en política no es aconsejable mostrar todas las cartas; y segundo, porque no existe otra agenda que no sea “la oculta”, es decir, la que se esconde detrás de todos los designios de ese frente opositor y de su mandato externo. Más allá de ello, el movimiento, -no estamos tan seguros de poder llamarle “social” porque todavía es una sustancia heterogénea-, comienza a mostrar fatiga, lo que es natural en los levantamientos de izquierdas.


Detrás del discurso “libertario” se parapeta el entusiasmo ideológico de varios idealistas que, con añoranza y reverdecimiento ven ciertas posibilidades de renacer, aunque al final siempre quedan excluidos de los beneficios provenientes de la fuente financiera y de las mieles del poder pos revolucionario. Históricamente, la razón principal de esto estriba en que los fundamentos ideológicos se estrellan contra las verdaderas intenciones rotuladas en la agenda de aquel buró que más le entiende al trámite de las negociaciones. Los arrebatos de las tesis académicas al final se diluyen en la añagaza del juego político.


Es verdad que en un inicio todo parece movilización masiva y homogénea, pero ello es ilusorio. Poco a poco, cuando la neblina cede y las rutas de ascenso del poder asoman, la escisión se hace notable y las intenciones ideológico-políticas tienden a la discrepancia y a la disidencia. Y con ellas sobreviene la decepción moral. Giovani Sartori nos machaca reiteradamente de que en la izquierda las bases son moralmente genuinas, mientras sus vértices son moralmente hipócritas. Y esta sentencia electrizante, nos hace recordar que, para que la Resistencia pueda convertirse en un verdadero movimiento, que agrupe la heterogeneidad de expresiones -que ellos presumen ha convergido en la organización-, se tiren las cartas sobre la mesa para que el pueblo no resulte otra vez engañado como lo ha hecho el bipartidismo y para que, tampoco lo traicione esa izquierda de siempre. Y esas cartas no pueden revelar una importación política e ideológica, porque perderán el sentido de autenticidad -que ya sabemos no existe-, por más que algún insensato piense que un nuevo amanecer patriótico ha surgido a raíz de lo del 28 de junio.


Así las cosas, la engañifa recubre tras las bienaventuranzas de un supuesto empoderamiento popular, las verdaderas intenciones de una posible dictadura. Segundo: el patrocinio ideológico y financiero externo les compromete a transar un pacto no necesariamente patriótico; Y finalmente, mientras el discurso ande por un lado y las operaciones por otro, el pueblo no entenderá el sentido de su acción política. Al final siempre quedará lo mismo: desilusiones, engaños y decepciones y unos pocos gozando de las prebendas del poder tradicional o del buró político, todo por empecinarse en volver la mirada hacia aquel desdichado destino doloroso del siglo XX. Y eso se llama no estar a la altura de los tiempos.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Agradecemos sus comentarios sobre cada publicacion en el blog