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domingo, 7 de febrero de 2010

Desde el púlpito haciendo política, anunciando reconciliación y ahondando en la división


Con mucha sorpresa y profunda preocupación pudimos observar por los diferentes medios de difusión que el 3 de este mes de febrero en la misa que tradicionalmente se oficia con motivo del aniversario de Nuestra Señora de Suyapa, el señor Cardenal don Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga, tras un largo tiempo de haberse mantenido alejado de actividades públicas en su vida ministerial, quedó más que evidenciado (de pensamiento, palabra, obra y omisión) en los tristes acontecimientos del 28 de junio de 2009, fecha en que se dio un golpe de Estado real en nuestro país, habiéndose violentado la Constitución en su más alta manifestación.

Con aquel hecho que ha dividido todavía más a la familia hondureña, el señor Cardenal en esa ocasión fue objeto de numerosas desaprobaciones, inclusive dentro de la grey católica, por la forma tan desafortunada en que se dejó influenciar, llegando al grado de faltarle a la verdad a la nación cuando dijo que el presidente depuesto desde que fue capturado había dejado de ser presidente de la República. Y las críticas adversas a que hizo mérito trascendieron hasta el dominio internacional.

Pensamos que, como todo ser humano que comete errores, el Cardenal había reflexionado profundamente y que esa equivocación le habría conducido a mantenerse en la prudencia y guardar la distancia para evitar involucrarse y dejarse involucrar en los efectos que hasta ahora ha producido el golpe de Estado. Lamentablemente no fue así, pues es conocido de todos que ha continuado dando declaraciones en el campo internacional sosteniendo que en Honduras lo que hubo fue una sustitución constitucional; ha continuado faltando a la verdad.

Esta vez desde el púlpito, como aconteció este 3 de febrero, iniciando una homilía conciliatoria se desvía en su mensaje y se introduce en la política vernácula, exaltando “méritos” (¿?) para quienes transgredieron la Constitución, alteraron el orden constitucional del Estado usurpando uno de sus poderes, suplantaron la soberanía popular, y violentaron derechos humanos en nuestro país.

“La reconciliación es necesaria porque se ha tratado de presentar la mentira como la verdad, el mal como si fuera bien, la injusticia como si fuera justicia”, afirmó (verificado en Diario El Tiempo). ¿A qué mentira se refería? A la que se ha venido sosteniendo con la falsa “sustitución constitucional”? ¿A qué mal se refería? ¿Al efecto que, con la suspensión de la ayuda internacional, produjo este golpe de Estado en la población más desfavorecida de nuestra nación? ¿A qué injusticia se refería? ¿A la violación a los derechos humanos en nuestro país?

No se puede comprender la reconciliación que invoca el señor Cardenal, cuando al mismo tiempo está bendiciendo el golpe de Estado real ocurrido el 28 de junio de 2009. Y, lejos de reconciliar con esas homilías políticas, en ese sentido el efecto que su participación ha provocado es postergar la cicatrización de las heridas y mantener la división en que se le ha sumido a la familia hondureña. Es una verdadera lástima que no haya aprendido la lección que le dejó sus equivocaciones de aquella ocasión y que sus más cercanos colaboradores no hayan logrado persuadirle, si es que algún esfuerzo han hecho, de lo conveniente que es alejarse de la estela que el golpe de Estado ha dejado en Honduras.

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