Los militares golpistas cercan el edificio donde se encuentra el presidente hondureño, expulsado del país tras un golpe de estado hace tres meses.
Micheletti, el presidente de facto, se jacta de estar dentro de la legalidad por no invadir la embajada.
Pero a cambio ha dejado sin luz ni el agua a la legación diplomática donde se refugia Zelaya y unas 250 personas más. La ONU ha enviado alimentos, que empezaban a escasear.
El presidente brasileño se la juega al dar refugio al protegido de Hugo Chavez, sobre todo si la aventura acaba en un baño de sangre.
Desde la sede de la ONU en Nueva York Ignazio Lula da Silva ha advertido a los líderes golpistas que no se atrevan a tocar la embajada brasileña…
Algunos analista apuntan que tras el regreso de Zelaya se esconde la cada vez más larga mano de Hugo Chávez. El desenlace es incierto. Micheletti no parece dispuesto a dar su brazo a torcer.
Ayer las fuerzas del orden dispersaron con tanquetas, gases lacrimógenos y balas de fogeo a cientos de partidarios del presidente Zelaya. La comunidad internacional teme un final teñido de sangre…
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