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viernes, 2 de septiembre de 2011

La crisis educativa y la nueva ley II Parte " Francisco Javier Pineda "

En la instalación de la jornada de concertación educativa para la elaboración de la nueva Ley General de Educación, muchos asistentes al acto fueron entrevistados, entre ellos un director de una institución de educación no formal, más por emotividad que por conocimiento del tema, recalcó la necesidad de una nueva Ley de Educación General en el hecho de que la existente es una ley muy antigua, así lo dijo. ¿Desde cuándo una ley puede ser derogada solo por ser antigua? ¿Puede una ley perder vigencia solo por eso? Esta expresión en el mundo civilizado movería a risa, hay naciones del mundo donde su normativa jurídica tiene más de un siglo y no se les ha ocurrido derogarlas solo por estar viejitas.

Leyendo la Ley Orgánica de Educación vigente decretada en el año 1966, misma que derogó el Código de Educación Pública de 1947, y que en estos momentos se le está confeccionando la mortaja para envolver el cadáver para su sepulcro, con el dolor de que gran parte de su contenido pasará a mejor vida en estado virginal. En esta ley que va camino al cementerio, la educación se estructura sobre los siguientes principios fundamentales (artículo 15)
Es democrática
Es nacional
Es científica
Es una empresa colectiva
Es dinámica
Es progresista
Y si leemos sus fines (artículo 14) nos encontraremos con una riqueza de conceptos, que de haberlos convertido en conductas observables, otro gallo nos cantara.

Nuestra educación en todos sus niveles está plagada de teoría, que desde luego tiene que tenerla como iluminación que precede a la práctica, pero debe tenerla sin llegar a la especulación pura, a la simple teoría de gabinete, donde con la boca y el dedo cualquiera hace un potrero, como ha venido sucediendo, la teoría solo es verdadera cuando se hace realidad en la práctica. Para decir que la educación debe ser democrática, científica, progresista, dinámica, etc., solo se necesita abrir la boca o plasmar dichos conceptos en un papel. En materia de educación, la cuestión radica en cómo estos principios descritos teóricamente pueden desenvolverse y desarrollarse, hasta llegar a convertirlos en conductas observables. En la ley vigente uno de sus fines, el primero por cierto, dice: “Formar ciudadanos amantes de su Patria, conscientes de sus deberes y derechos, con profundo sentido de responsabilidad y de respeto a la dignidad humana”. Después de 45 años, este fin, junto con los otros, pronto serán sepultados sin que nadie derrame una lágrima por su desaparición. Requiéscat in pace.

Sea como sea la nueva Ley General de Educación viene y nadie la detiene porque la vigente por antigua es trompeta que solo hecha aire. Lo preocupante es que una realidad tan rica y tan compleja como es la educación, esté siendo tratada con frivolidad y poca seriedad, a tal grado que a matacaballo, la nueva ley tiene que estar aprobada este año, dicho esto por algunos “representantes del pueblo” en el congreso nacional. ¿Será porque las motivaciones que impulsan su creación obedece a intereses personales, menos al interés real de mejorar la calidad de la educación. De aprobarse esta ley en este año, ya verán cómo en el próximo, la misma servirá para objetivos políticos, ya lo verán, solo es cuestión de tiempo, ciego es el que no ve por tela de cedazo.

El pueblo hondureño habrá observado cómo se atribuye gran parte de la falta de buena calidad de la educación, al hecho de que los maestros no dan doscientos días de clase, convertido para algunos en el número mágico de la buena calidad. Siendo que el articulo 73 de la ley vigente dice: “El periodo lectivo será de diez meses y constará de un mínimo de 200 días laborables”. Preguntamos: ¿Por qué las autoridades no han tenido la entereza para hacer cumplir la ley? ¿Qué podría decir la nueva al respecto? ¿En qué se va a diferenciar la ley que está con la candela en la mano, con la que está por nacer, respecto del calendario y horario escolar? ¿Qué van a hacer para lograr que con la nueva ley los docentes permanezcan en las aulas impartiendo el pan del saber, si lo que podrían hacer para este efecto lo pueden hacer con la vigente, y en estos momentos?

Es importante apuntar que fundamentar la buena calidad de la educación solo en la temporalidad, como muchos lo creen y lo repiten hasta la saciedad, es un craso error, si las otras dimensiones que involucra el acto educativo no son atendidas, esto irremisiblemente es así, aquí, allá y mas allá.

No debemos desconocer que siendo la educación un organismo vivo, hay que replantearla en sus partes muertas, pero haciéndolo con responsabilidad, dejando a un lado todo aquello que represente intereses abyectos y mezquinos.

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