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lunes, 19 de septiembre de 2011

Frente amplio

Con la aprobación de su ideario, estatuto y plan de acción, el Frente Amplio de Resistencia Popular (FARP) está listo para su incorporación como fuerza política en el sistema electoral hondureño. La formación de esta nueva fuerza política es, sin dar lugar al bizantinismo de las interpretaciones, consecuencia del golpe de Estado 28-J y por el hecho de no haber resuelto la crisis institucional mediante la convocatoria del poder constituyente. Esta fuerza política, a diferencia de las existentes en el país, se ha construido en lucha abierta frente al tradicional establecimiento político, con una integración característica de segmentos sociales de centro (derecha e izquierda) y de izquierda (moderada y radical). La aglutinación de estas variantes político-ideológicas responde al arrasador embate del conservadurismo radical, fuertemente cohesionado con el control mediático y el fundamentalismo religioso, a la vez que respaldado por la ultraderecha del “corporacionismo” internacional, como se demostró el 28 de junio/09 con el régimen instalado. De allí la exigencia de formas inéditas en Honduras de asociación política, como es la discusión y la aprobación, en las bases, de los principios, normas y estrategias de la organización, con lo cual se viabiliza el compromiso legítimo y la formación de un auténtico liderazgo. Por las manifestaciones externas del conglomerado FARP luce en su interior un animado —y por momentos apasionado— forcejeo ideológico en torno a las posiciones por adoptar en la estrategia y las tácticas para la búsqueda del poder, por una parte, así como por las cuotas de poder. En esto también se nota una diferenciación respecto al resto del prisma político, en el que la pelea interna se remite únicamente a las cuotas de poder y a la nominación en la plantilla de los cargos de elección popular, sin preocupación por el pensamiento político ni la calidad de éste. Tampoco por el compromiso partidario. Es indudable que el nacimiento del FARP le imprimirá dinamismo a la actividad política, precisamente porque crea un punto de relación diferente al estatus conservador de la mentalidad política hondureña. Es lo que, en términos dialécticos, sería la formación de la antítesis. Una antítesis obligada, diríamos, dentro del sistema democrático. La cuestión es, entonces, cómo se manejará esa situación en un medio demasiado polarizado, principalmente desde la ultraderecha, en momentos que cierra filas —en escala mundial—contra el cambio, a causa de los intereses globales y los miedos naturales, más los inventados. El epílogo de estas experiencias en América Latina puede ser aleccionador. Como en Honduras, por lo general, los procesos de cambio son tardíos, puede ser que, a final de cuentas, la nueva dinámica política se traduzca en una impensada integración política, económica, social y cultural de avanzada, por la vía pacífica. A diferencia de los otros países centroamericanos, donde el parto fue más cruel, sumamente costoso, por el imperioso camino de la revolución. Septiembre 19, 2011

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