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miércoles, 11 de mayo de 2011

Victoria de la heroíca Resistencia " Mario Berríos "


A solicitud de numerosos lectores, sin duda de La Resistencia Nacional, como se han hecho llamar, regalo, de mi pluma, posibles letras que yo pudiera escribir a futuro. “¿Por qué usted no escribe algo de nosotros?”, me han preguntado —a manera de reclamo, honor que me han conferido— infinidad de militantes de La Resistencia. Tienen razón, mi pluma no le pertenece a mis preferencias políticas o ideológicas, si no al pueblo, a la sociedad que tanto me ha apoyado, a los grupos sociales, a Honduras, a Olanchito. Viéndolo bien, poco me pertenece de mis propias letras. Normalmente me inspiran las tragedias de amorosas, pasión y dolor, las cosas raras y de impacto, ya sea político o social, las supersticiones y mitos, y una diversidad de temas de interés general, en particular las gestas rebeldes.

Pues bien, a los que me han escrito les digo, es posible que, agradecido por ese interés manifiesto, con el correr de los años escriba sobre ellos y su participación en la vida política, social y revolucionaria. Los hombres que luchan por un ideal merecen que un escritor los considere en sus escritos, por ello constantemente observo y analizo el panorama, porque muchas situaciones y personajes me servirán de inspiración en futuras novelas. Podré escribir, por ejemplo, algo como lo que sigue (y complazco peticiones y reclamos):
“Poco se hablaba del heroísmo de esos hombres, de su papel protagónico en las fieras luchas contra el golpe, como ellos bautizaron al traspaso de mando de ese tiempo. Habían adoptado una especie de organización similar a La Resistencia Francesa, con estructura, doctrina, sistema de claves y lucha política-guerrillera. Moncho Mung, líder de un grupo de zapadores, estaba listo, con su comando, para volar —a punta de explosivos— la municipalidad, área de negocios frente al parque y la Catedral de San Pedro. Aquel acto sería espectacular bajo el entendido de descabezar al gobierno local, vulnerar la economía de los pudientes, hacer correr a los clérigos y, por qué no, escindir a la zona Norte del resto del territorio, ¡proclamar otro país, otra nación!

Moncho Mung, un hombre chele, alto, de 65 años, pero sin barriga, ferviente comunista, había esperado décadas para lograr su objetivo, sus sueños de refundar otra república, arrebatarla de las manos a los corruptos que habían sometido las finanzas y los recursos estatales a sus anchas.

Terminaron de colocar los explosivos en cuatro carros grises, aparcados en el sótano de un edificio, distante a 20 cuadras del parque central. Sudados, sus otros tres camaradas sonrieron bajo la mirada atenta de su jefe, a leguas un señor que levantaba pesas. De labios de él a veces escuchaban, ‛no hay suegra buena’, entonces sonreían. Reunió a sus dirigidos en una fila y les impartió las últimas instrucciones, antes de salir a cumplir su fatídica misión.

—¡La gloria sea nuestra, si esta vida es un martirio, el infierno parecerá cielo! —dijo en voz alta, envuelto en una camisa manga larga azul celeste, ancha.
—Sí, comandante —asintió Carlos Morán, el segundo al mando de la célula terrorista, quien vestía camiseta blanca, con una figura de Hugo Chávez en su pecho.
Los otros dos guerrilleros guardaron silencio. El comandante Moncho observó que a sus camaradas no les temblaba el pulso, entonces supo que, al atardecer, esa área comercial y turística de San Pedro sería reducida a polvo. Pasó a revisar los pick up, ahí estaban las cargas: componente principal C-4, un explosivo plástico, relojes sincronizados en los 4 carros, y cables eléctricos, que iban desde la paila de cada automóvil hasta la batería principal.

Cuando finalizó de inspeccionar, antes de partir escribió el siguiente texto, dirigido a sus conciudadanos: “Mis valientes hermanos en resistencia, héroes guiados por el espíritu morazánico, a vosotros me dirijo, dándoles un revolucionario saludo y entregándoles nuevamente mi corazón. Ya es tiempo de preparar a nuestros hijos, así como aquella madre preparó a aquellos grandes mártires que cayeron combatiendo, cuyo heroísmo pasará a la posteridad, para la gran batalla final. Invoco en esta época consagrada a las madres, aquel concepto romano por el cual las progenitoras exigían a sus vástagos ir por la gloria o morir en busca de ella. Ya han caído como caninos hidrófobos aquellos miembros de la represión que intentaron pisotear a nuestra gente, por su falta de hombría y valor no pudieron con tres miembros en resistencia, por eso acabaron con sus vidas”.

El comandante Morán recordó que, precisamente el Día de las Madres, 3 jóvenes de su célula habían aparecido desmembrados.
—Los 3 eran de mi grupo —comentó apesarado y lacónico al comandante Mung.
Les habían cortado los pies, manos y cabezas; llevaban las mismas pulseras en tela azul marino, lo raro era que sus cuerpos habían quedado formando una "F".
—¿Curioso, verdad? —dijo Morán.
Moncho Mung abordó su respectivo auto, todos hicieron lo mismo. A su lado, un libro de Maquiavelo adornaba el asiento, y un CD de Facundo Cabral le hizo recordar a sus mujeres. Amaba a los rusos y cubanos y tenía vagas ideas sobre Hitler, Mao, Lenin, Marx y Engel. En sus discursos decía que el respeto hacia los del tercer sexo era importante. A su edad, su aparente juventud se la achacaba a las 3 “pachas” de guaro que diariamente ingería.

Los 4 pick up comenzaron a salir de aquel sótano, con espacios de tiempo de 5 minutos, directo a estacionarse en sus coordenadas señaladas. En una hora, las cargas sincronizadas estallarían en el centro de la ciudad, en el corazón de la vida política y económica del gran Valle de Sula. En 60 minutos una estela de polvo, ¡inmensa!, coparía el cielo del Merendón, le estallaría los oídos a decenas de ciudadanos, haría brotar los ojos a incrédulos y, de paso, dejaría un reguero de cadáveres y heridos, tantos que los raquíticos hospitales no proveerían abasto.

Pero aquel no era un hecho aislado, en todo el país, principales oficinas gubernamentales y unidades militares, así como bases policiales, serían atacadas a la misma hora: ¡La victoria de la heroica Resistencia estaba en marcha!”.

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