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domingo, 1 de mayo de 2011

46 años de la Masacre de los Resistente​s contra el golpe de 1963

30de Abril la montaña de El Jute lloró.

ADoña Nanda, La esposa de Aquileo Izaguirre y a sus hijas todavía seles llenan de lágrimas los ojos cuando recuerdan la mañana del 30de abril de 1965: la horrible masacre de Aquileo y seis hombres en sucasa de la montana de El Jute. Cuentan lo que vivieron como sisucedió la semana pasada.

ConDoña Nanda, dos de sus hijas, una nieta, un bisnieto, otrosparientes y don Chema Gómez regresamos el 21 de marzo pasado alsitio donde el ejército de Honduras cometió aquella barbarie.Ángela, una de las hijas nos contóen su Casa en San Pedro Sula pero no quiso volver al lugar porque laimpactan mucho los recuerdos.

No regresaban allí desde quehuyeron del lugar hace cuarenta años. Pudieron recordar donde selevantaba su casa, el camino para el pozo, los palos de manzanitasamarillas que había en el patio y desde luego La sangrienta mañanaque vivieron en ese lugar.
La plática con la familia de Aquileoha permitido aclarar cómo sucedieron los hechos.

El ejercitotenla información desde hacía muchos meses que un grupo de hombresse ocultaban en la montana y habían lanzado fuertes operativos concientos de soldados.

En septiembre del 64 fueron capturadosAquileo y otros productores de la zona, junto con sus trabajadores, yamarrados los anduvieron recorriendo la montana. Un mes antes de lamasacre apareció muerto el joven Pedro Izaguirre, sobrino deAquileo. Supuesta mente lo asesino Pedro Calderón, quien vivía enAgua Blanca Norte, camino a El Jute y que el ejercito lo tenía paravigilar los movimientos de los que se refugiaban en la montaña.

VIERNES 30
La noche anterior se acostaron temprano en Lacasa de Aquileo. Veinticinco soldados at mando del teniente CarlosAguilar, de El Progreso, ya andaban por el lugar desde un día antes.La esposa de Aquileo se levanto a las cuatro de la mañana, prepararcafé y desayuno. Al rato entraron Benito Díaz. Lorenzo Zelaya.Hermelindo Villalobos, Benedicto Cartagena y Rufino López que erasobrino de Aquileo. Ellos hablan Llegado días antes al campamentoque tenían como a un kilometro de la casa. En ese momento venían dedesenterrar unas armas que todavía amarradas, dejaron escondidas enunos matorrales cercanos.

La Señora les sirvió café. Yalos tenia comiendo a todos cuando por la ventana vio cruzar unasombra que se quedo en un palo de naranjo que había ahí.
- Diosmío!, dijo Nanda.
- Que fue?, pregunto Aquileo
- Un hombreque vi pasar ahí.
- Cállense no hagan bulla.

Pero yatenían rodeada la casa e inmediatamente entraron los soldados.Arriba!, dijo a tropa. Nadie pudo hacer nada.
Entre el grupo desoldados iba Aquilino lnestroza, un ex miembro del grupo expulsado enMezapita que reconoció a sus ex compañeros. “Uno por uno los ibansacando a La fuerza de la manito como quien saca un niño, y pas,pas, al que iban sacando lo iban matando”, dice doña Nanda.

Ángela recuerda que el finado Rufino le dijo “Mica negra,solo este es el pisto que me acompaña, estos diez pesos, te los voya dar para que te vayas para San Pedro”. A quien sacaban logolpeaban y le hacían preguntas. A Aquileo fue el primero quemataron. Le quitaron los testículos y le cortaron la lengua. ConJosé María hicieron lo mismo.

Las mujeres cuentan que aRufino casi lo trozaron de la cintura con la ametralladora y se fuede espalda. Ay, me mataron, grito Se quiso como sentar quedo derodillas. Denme agua, pidió.
- Denle agua, dijo un soldado. Ytrajeron en una paila, pero a la vez le preguntaban de donde venían,donde habían estado y cuántos eran los que estaban ahí.
-Mirapapaíto, te vamos a llevar a curar, pero decinos donde están, lehablaban amablemente.
“Como él nunca les dijo nada, unhombrecito así bajito, algo trabadito que le decían Olancho lehundió un puñal en la garganta y después se hinco y le chupó lasangre.”

A los demás los mataron igual, en el patio,torturándoles y haciéndoles cosas horribles. Después siguieronbuscando gente”, relata doña Nanda.

Su hija Ángela cuentaque “Ya muertos ellos, nos sacaron de la Casa y nos pusieron enfila. Yo estaba chineando mi hijo de 40 días. A mi me golpeabanporque querían que les dijera quien era el papá del niño. Quedónde estaba. Yo no sabía, porque ignoraba todo eso, el se habíaido’.

- Pénelo ahí en el suelo!, me decían.
- Comose pone a creer que voy aponer el niño ahí?, les respondía.
-Yseguían golpeándome con un machete y con la mano, me dejaronhinchada.
A mi hermana Alba también la golpearon, pero no seacuerda porque le agarraron los nervios, le preguntaban dónde estabasu hermano Victoriano. El se había quedado escondido en el tabanco ydespués salió. A mi hermano no lo mataron porque ellos pensaron queél sabía dónde estaban las armas”, dice Ángela.
- Mátenme,y que están haciendo?, les decía doña Nanda, con un niño en losbrazos y los otros que se agarraban de su vestido.
- No losmaten, dejen esos niños, dijo un soldado.

LOS MILITARESMATARON A UN SOLDADO

Las mujeres cuentan que los mismossoldados mataron a otro porque lo confundieron. Lo miraron qua veniade reculada para atrás, ahí nomás le pagan el tiro. Cayó casi amis pies, con los sesos de fuera y quedo con los ojos abiertos comoviéndome, en el mero umbral de la puerta de la casa. Nosotros yaestábamos en fila y todos los demás estaban muertos”, recuerdaAlba, la otra hija de doña Nanda.
- Ay, mira que matarnos alcompañero, dijo un soldado.
- Que barbaridad, lo matamos, selamento otro.
Al soldado lo levantaron y Se lo llevaron.

Lacasa la saquearon, se llevaron la ropa y zapatos buenos, radios y unaalcancía llena de monedas de veinte centavos que tenia la familia. Alas niñas les quitaron los aritos y cadenas que andaban. En unacobija juntaron las cosas e hicieron una sola maleta. Despuésquemaron La Casa que era de madera y manaca. Aquileo tenía más de20 cargas de maíz, café y frijoles. Habla madera aserrada como parahacer dos casas. Adentro de la casa había perros y unas gallinasechadas. Se escuchaban los aullidos de los animales.

Loscuerpos de tres asesinados que quedaron a orilla de la casa sequemaron porque les cayeron maderas encendidas; aunque no recuerdanbien creen que fueron los cuerpos de Lorenzo Zelaya. Benedicto yotro. Pero Doña Nanda aclara que no fue mucho, solo que les alcanzolas llamas.

La señora se quedo hasta el mediodía esperandoque llegaran a enterrarlos. Para ello subieron varios hombres deGuaymitas y otras comunidades que los cito el cantonal FabiánAndrade. Por órdenes de los militares. Los asesinados fueronenterrados en el mismo lugar donde murieron.

TUMBASDESCONOCIDAS
Donde fueron enterrados los mártires
no existeninguna seña ni cruz. Fuimos al lugar con Chema Gómez y Víctor unode los que participo en el entierro y que está casado precisamentecon Verónica, una hija de doña Nanda.
Víctor nos mostro ellugar donde le dieron sepultura a Aquileo y a José María, quequedaron juntos.

En otra fosa a unos ocho metros. Sepultarona los otros cinco, donde en aquel tiempo era el patio de la casa ypasaba un caminito.

En años recientes por ahí se abrió unacarretera que pasa sobre la tumba. Víctor estuvo presente cuandotrabajaba la máquina y estaba pendiente. Al romper la tierraaparecieron algunos restos de calcetines, palo y unos huesos. Víctorlos recogió y los enterró aparte. Luego se tuvo el cuidado para noseguir afectando la sepultura desconocida.

Ahí están enesas tumbas anónimas los restos de siete hombres que luchaban porconstruir una patria diferente. Ellos fueron acecinados para elEstado de Honduras y aunque han pasado cuarenta años, un crimentan terrible no deberla quedar en la impunidad y por lo menos deberíade hacerse justicia en la memoria histórica.

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