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martes, 19 de abril de 2011

Los discretos encantos de nuestros legisladores


Nuestra Palabra, Editorial Radio Progreso, 18 de abril de 2011

Recientemente el Centro de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos, Ciprodeh, presentó su informe anual sobre el balance legislativo 2010, en un esfuerzo que por varios años se entrega a la opinión pública para conocer la actividad de los formidables diputados y diputadas que habitan en el Congreso Nacional. El informe no dice cosas novedosas sobre los legisladores, pero siempre los datos nunca dejan de ponernos la piel de gallina. Los millones que a diestra y siniestra manejan los diputados como en una especie de macabra danza de ladrones, nada tiene que ver ni con su responsabilidad para mocionar y aprobar leyes ni nada tiene que ver con el uso que de esa millonada hacen a gusto y antojo bajo el manto de “partidas discrecionales”.


Los diputados y diputadas reciben dineros y los manejan por tres clarísimas razones: una, para elevar su perfil de cara a seguir promocionando sus candidaturas; dos, para parecer que son buena gente teniendo dineros para ganar adeptos, conciencias y chantajear con las necesidades de la gente y sus comunidades; y tres, para robárselo, y punto.


Según el informe de Ciprodeh, en el año 2010 los diputados trabajaron 284 decretos pero solo 18 llegaron a convertirse en Ley. Y menos mal que no aprobaron más, porque todas las leyes que han aparecido en la Gaceta tienen que ver con figuras jurídicas a favor de grandes empresarios, del control de recursos naturales, de privatización y de la venta de la soberanía nacional. Frente a este tipo de diputaduchos, una como que se encuentra entre la espada y la pared: o aprueban muy pocas leyes, y todas son en contra del pueblo, o se dedican a usar partidas discrecionales, suplantando a ministerios o alcaldías, que no lleva otro propósito que politiquear y malversar fondos públicos.



Se habla en el informe de Ciprodeh de las ausencias de diputados a las sesiones, es decir que además de sus partiditas discrecionales y de aprobar leyes que responden a intereses de reducidos grupos privilegiados, los legisladores se dan el lujo de ser diputados de lujo, faltistas que se apropian de un salario que nada tiene que ve con su trabajo ausente.


El de Ciprodeh apunta al presupuesto. El Congreso Nacional manejó en la legislatura anterior 936 millones de lempiras divididos en dos partes: 536 millones para la parte operativa, y 400 millones para el Fondo Social Departamental, y de este último cada diputado puede gestionar hasta un millón de lempiras por año. Adicionalmente, y según la lealtad que le demuestre al Presidente del legislativo, cada diputado propietario puede recibir 250 mil lempiras al año, y su suplente 150 lempiras. Al término de su período, cada diputado propietario podría llegar a recibir 6 millones de lempiras, libres de impuestos y de investigación.


Como que con este informe a una se le aclara porqué al Congreso nacional se le llama soberano, no tanto porque sea un poder que ejerce soberanía, sino porque sus diputados soberanamente usan partidas discrecionales por montones para dar dádivas y para desviarlos hacia sus cuentas particulares. No hay que dar más vueltas al asunto: o avanzamos hacia un nuevo pacto social que ponga en cuestión directa el actual Congreso Nacional y se cambien radicalmente sus actuales reglas del juego, o seguiremos hundiendo al país en la corrupción y en la ingobernabilidad.

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