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jueves, 31 de marzo de 2011

paro cívico culmina entre bombas lacrimógenas y persistentes anhelos de una población capitalina


Ni una ancianita que caminaba por los alrededores de la sede del Sindicato de Trabajadores de la Bebida y Similares -STIBYS-, con su cesta llena de tomates, se escapó de los efectos de los gases lacrimógenos. Ella no formaba parte del paro cívico, pero fue presa del desalojo “bestial” que con bombas lacrimógenas hicieron los policías de los diversos grupos que se tomaron desde tempranas horas el bulevar Fuerzas Armadas.
Con cámaras fotográficas y de video, las y los periodistas se aprestaban a dar cobertura al paro cívico al que acudieron maestros, sindicatos, personas particulares y miembros del Frente Nacional de Resistencia Popular.

Eran aproximadamente las 10: 30 de la mañana cuando un eco se escuchó a lo lejos. A varios metros de distancia también se comenzó a ver una “nube verde” que se acercaba lentamente. Eran unos 250 policías quienes marchaban al unísono, golpeando sus escudos con sus toletes.

No quedó tiempo ni de tomar fotografías o de hacer video de su llegada; pocos metros atrás de la barricada que con piedras y mantas habían hecho los manifestantes, los policías comenzaron a lanzar bombas lacrimógenas, mientras en respuesta, los manifestantes las piedras que pudieron recoger de entre las que habían recolectado desde tempranas horas, pues una inmensa humareda comenzó a erigirse en el ambiente en cuestión de segundos.

Los gritos se comenzaron a oír. “Auxilio…ayúdenme…no puedo respirar”, se escuchó entre la estampida de manifestantes que se dispersaba en menos de dos minutos, buscando dónde resguardarse. Era un joven de aproximadamente 15 años, quien presa de los gases, dobló sus rodillas y cayó al suelo casi desmayado. Fue socorrido por dos hombres que hicieron un alto para levantarlo y darle ánimo para continuar la carrera.

Ningún caso como el del muchacho citado inmutaba a los policías, quienes continuaban lanzando toletazos y gases por doquier. Es más, no les importó lanzar de forma directa bombas lacrimógenas a la sede de la STIBYS, lugar dónde segundos después las decenas de mujeres y hombres que se introdujeron caían desmayados al inhalar el gas tóxico que invadió el recinto.

Así, en cuestión de minutos la toma quedó disipada.

No es el Magisterio...no es el Frente…es un pueblo ávido de cambios estructurales en el país

Nos iremos un poco hacia atrás en el tiempo. Momentos antes de la llegada de los policías, pudimos dialogar con algunos de las y los hondureños que desde las 8 de la mañana dijeron presente a la convocatoria del paro cívico.

“Yo no soy maestro; pero creo que ya estamos cansados de tantas mentiras y engaños de esos pícaros gobernantes”, comentó Cecilio Ulloa; un hombre que formaba parte del conglomerado y quien tiene bien claro lo que acontece en su país, lejos de una lucha gremial como la del magisterio.

“Nosotros somos pobres y aunque le dicen comunista a la gente que protesta, aquí señorita, hay una realidad, y es que ya no tenemos para comer y eso a los gobernantes no les importa”, agregó.

Altagracia Enamorado se llama otra de las personas entrevistadas, quien dijo, “mire, yo sí soy maestra y tengo hijos, así que yo sí creo en mí lucha. No puedo pagar una escuela privada, así que el mío también está perdiendo clases, pero creo en mi causa y si en la nuestra se suma la gente que también quiere que mejore todo el país, que vengan todo mundo entonces”.

Federico Martínez también se encontraba en el grupo. Él es un albañil sin empleo quien sostiene que decidió militar en el Frente de Resistencia Popular porque lo que ocurrió el 28 de junio no le gustó. "Uno sabe que estos (los gobernantes) todos son unos pícaros que se roban el pisto de uno. Pero con el golpe de Estado, a uno le dio cólera y aunque sea para gritar nuestras necesidades nos sirven andar en la resistencia porque ya estamos cansados”, dijo cuando le consultamos el por qué se encontraba en la manifestación.

Rosa Maradiaga, con su sombría en mano y una toalla mojada en su hombro, también aguardaba la llegada de los policías. Ella es una maestra de educación primaria, quien sorprendentemente dijo lo siguiente. “La población nos critica por nuestros paros y sobre lo que usted me consulta, sí estamos conscientes, sabemos que tenemos dirigentes que enlodan nuestro gremio, pero nuestras causas son justa. Nosotros no ignoramos que muchos de ellos son unos pícaros, pero nos quieren quitar nuestras conquistas y por eso estamos aquí”.

De diversas son las profesiones y oficios de las personas que conformaban la manifestación y aunque se critique que algunos quieran “halar agua para su molino”, la mayoría de la población que converge en ellas cree en una causa.

Las actuales tomas de calles y carreteras se repudían por un sector de la población, al tenor de que si bien es cierto, algunas de las exigencias del magisterio son legítimas, también lo es, el derecho a la educación que pierden con los paros, las y los niños que asisten a las escuelas públicas.

No obstante, el descontento trasciende “hace ratos” al gestado por el magisterio nacional. Se trata de un pueblo que reclama, desde distintos nichos, un alto a la desarticulación de las conquistas sociales, un alto a la galopante corrupción; una Honduras mejor.

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