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lunes, 21 de marzo de 2011

El ejemplo inquebrantable de Ilse " Oscar Amaya Armijo "

Desde el 1981 Ilse me saludaba en el parqueo, en la farmacia; en fin, éramos vecinos, en la Colonia. Cuando Roger, el chino, fundó el mercadito León, todos los días Ilse me saludaba con mucha amabilidad. Su rostro siempre irradiaba alegría, la paz de quien sabe que ha vivido plenamente y en una honradez a prueba de fuego. ¡Qué terrible! Hasta que estaba allí tendida, entre el humo venenoso de las bombas lacrimógenas, me enteré de que era mi vecina y, además, hermana de uno de mis más entrañables amigos: Ángel Manfredo Velásquez, con quien compartí la ilusión de transformar Honduras en otro país más incluyente y participativo. La compartimentación a la que fuimos sometidos en la década de los ochenta, nos acostumbró a guardar con celo los datos personales y familiares, de aquí mi sorpresa de ser vecinos y estar ligados por lo ideales. Luego vino a mi mente la imagen de Zenaida,su hermana, a quien conocí como una luchadora incasable a favor de los familiares de los desparecidos. Una familia entregada de por vida a la lucha de los hondureños por mejorar sus condiciones de vida. De esta reciedumbre provenía Ilse, su temple se había formado allí en la búsqueda de Manfredo por todos los confines del país, en los plantones del viernes en la Plaza de la Merced, en las marchas por dignificar la vida de los maestros, en la cátedra alimentando el alma de los niños, como madre amantísima. Ella era, en fin, una mujer de nuevo tipo, preparada para vivir en una sociedad futura, sin las miserias que impone el sistema capitalista y su democracia excluyente y representativa. La muerte de Ilse, por tanto, duele hasta el tuétano, pues refleja la calidad de mujer que era: ella bien pudo quedarse en casa, tranquila, porque a sus 59 años, suponía tener en su haber la jubilación que de cuajo le quería arrebatar la oligarquía extranjera y el imperio. Ilse murió defendiendo los derechos colectivos del magisterio, nunca se escudó en el detestable ropaje del egoísmo y la traición, por esta razón ella vivirá, al igual que Manfredo, en el corazón del magisterio. Su sangre es semilla de libertad y aldabonazo en la cara acerada de sus asesinos. Duele la muerte de Ilse, pero quedará entre nosotros, su ejemplo inquebrantable de revolucionaria cabal.

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