“La ignorancia es la madre de todos los crímenes”.
Honoré de Balzac
Quien no conozca la situación real del país, ni la verdadera catadura de los personajes reunidos en el hemiciclo del Centro Histórico de Tegucigalpa ―para inaugurar la segunda legislatura y escuchar los mensajes de los tres gallardos presidentes de los Poderes del Estado―, podría creer que presencia la solemne fiesta democrática de una nación que se solaza en sus admirables logros, sus triunfos y sus éxitos. Ahí reinaba la unidad, la reconciliación y el reconocimiento de la labor cumplida entre pariguales. Los discursos discurrían entre sonoros aplausos y un clima de armonía envidiable. Hubo bendiciones y sentidas oraciones de agradecimiento al Creador del Universo. Nadie podría imaginar que esos individuos tan bien vestidos y sonrientes representan a un pueblo desempleado, mal educado y ajeno al cuidado médico. Nadie podría imaginar los niveles de inseguridad, indefensión jurídica y desigualdad que sufren los compatriotas de los ahí reunidos. Nadie creería que afuera de ese edificio, tan profusamente decorado para la ocasión, reina el descontento público y avanza día a día el crimen organizado. ¡No!, que va, aquello era digno de la sociedad más pujante, satisfecha y feliz de las Américas.
La Corte
Ahora, quien tuvo la paciencia ―y la tolerancia― de escuchar los discursos pudo notar rápidamente el sonido discordante del mensaje del Presidente de la Corte Suprema de Justicia, quien habló de porvenir sombrío. La “Corte” designada por el Congreso anterior ―el que se echó a cuestas la ratificación del golpe de Estado― toca su música en una clave musical diferente. Eso ha sido más obvio durante los últimos meses. Y tengo la impresión que esa tonada disonante que ejecuta el Poder Judicial puede terminar por romper la cuerda del equilibrio entre los poderes del Estado, porque si la discordancia no fuese suficiente, en el exterior esta “Corte” se percibe cada vez más como cómplice del “Golpe” y como obstáculo para la reconciliación nacional.
Recordemos que mientras la “Corte” se auto inmunizaba contra el Congreso, el Presidente del Congreso establecía que los diputados tenían la última palabra, y que así como los magistrados fueron nombrados por el Congreso ―a través de una Junta Nominadora placebo― éste mantendrá, les guste o no, la potestad de destituirlos al comprobar su mala ejecutoria. Ese es un conflicto que todavía no se ha resuelto, y en él, la “Corte” lleva todas las de perder, sobre todo si conflictos como el originado por la derogación judicial del decreto 18-2008 [sobre expropiación de tierras] o la destitución incorrecta de jueces mantienen al rojo vivo el escenario político-social.
Cachetes embarrados
Sin embargo, entre el Ejecutivo y el Legislativo la complicidad parece ilimitada. Lobo Sosa no tuvo empacho en insinuar que el Presidente del Congreso sería su elección para recibir la próxima banda presidencial. ¡Antes de cumplir un año de su gobierno! Seguramente, luego dirá que se malinterpretaron sus palabras, pero la mancuerna que estos caballeros formaron para “empujar” la relampagueante aprobación de las ciudades modelo ―entre muchos otros ejemplos de coincidencia y armonía― nos da una idea clara del acuerdo que predomina entre ellos.
Servidores públicos
La presencia del gabinete del Ejecutivo también fue notable. En ese grupo hay al menos tres candidatos potenciales para representar al nacionalismo como presidenciables, que sin aceptarlo oficialmente, trabajan en su imagen pública a costa de su puesto en el servicio público. Por cierto, no puedo negar que cuando escribo servicio público me invade una extraña mezcla de indignación y risa. De ellos, quizá alguno termine adhiriéndose al candidato que se manifieste más fuerte, para no quedarse sin nada, porque por ahora pareciese que quien tiene todo a su favor es el diputado de Lempira, pero nadie puede dar nada por descontado.
Pero la realidad es la realidad
Porfirio Lobo habló de avances, y economía en crecimiento; Juan Hernández habló de logros y prometió nuevas y grandiosas leyes. Todo era esperanza y aliento en el parlamento hondureño. Imagino que los maestros que vieron derogado su estatuto por errores inexplicables ―¡ya explicados!― y los campesinos que preparaban tomas de carreteras y manifestaciones en todo el país para exigir a la “Corte” rectificar su fallo, observaron el aquelarre de los padres putativos de nuestra patria con otros ojos. Quizá los ojos de hombres y mujeres que no se pueden poner un traje de diseñador para ir a ninguna parte, ni tienen automóviles blindados para ir a su trabajo a representar a un pueblo que se siente descalificado para vivir mejor. Quizá con otros ojos, maltratados por el polvo, la luz insuficiente y enfermedades que la carencia de medicinas vuelven incurables.
Vamos a esperar, a ver cuándo los honorables, que han reiniciado tan rimbombantemente su sacrificada labor, se deciden a decretar, por unanimidad, que los hondureños seamos “felices de nacimiento”, para que el mundo entero admire a nuestro querido país, aunque acá dentro nos esté llevando putas. «Es impresionante cuánta mentira se puede decir en un año.» Amén.
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