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jueves, 20 de enero de 2011

Los extremos, por lo general, son malos por Eduardo David Ardón

Cuando hablamos de extremos, nos referimos principalmente a los fenómenos políticos, aunque en todos los aspectos de la vida hay extremistas.
En las agrupaciones de izquierda y derecha es donde se practica el sectarismo, dogmatismo.



Irse a los extremos, sean de izquierda o derecha, significa que abogamos por “el todo o nada”, en el que no se consideran los puntos positivos por insignificantes que estos sean ni las partes que convienen en un proceso de lucha; si no se logra todo lo que deseamos nada sirve ni mucho menos es bueno a los propósitos propuestos.



Los sectarios, extremistas, hacen un grave daño a las organizaciones, pues limitan rápidamente las distintas opciones y formas de lucha de un movimiento dispuesto, en sus objetivos, a realizar cambios y transformaciones. El daño es terrible pues tales opiniones y criterios son subjetivos, es decir, no parten de los hechos ni de la realidad circundante sino son los puros deseos de quienes quisieran que estos se conviertan en la realidad.
En la realidad de la lucha política hondureña, los extremistas son muy dados a creer a pie juntillas, en las elucubraciones y fantasías teóricas contra las que se lanzan equivocadamente.
Así, por ejemplo, ocurrió con los sectarios de la derecha que dieron el golpe de Estado el 28 de junio 2009, por suponer que Mel Zelaya, con su idea de la Cuarta Urna, quería perpetuarse en el poder y establecer el socialismo a la venezolana en nuestra irredenta Honduras.



Calcando los acontecimientos del pasado estamos observando, hoy, la misma actitud de los extremos de izquierda y derecha que se oponen a “rajatabla” a las reformas del artículo 5 y 213 de la Constitución y quieren echar por la borda las reformas que la mayoría considera positivas aunque no completas.



Igualmente algunos políticos demócratas se “rasgan las vestiduras” por considerar que los propósitos del mandatario Pepe Lobo y el presidente del Congreso Juan Orlando Hernández enarbolan los propósitos de las transnacionales de crear ciudades modelos en Honduras.
Se refieren, pues, a las ideas distintas y las atacan sin detenerse a meditar en las reformas de los mencionados artículos constitucionales.



Concretamente, desvían la atención del análisis de su contenido fundamental y buscan como objetivo de lucha los propósitos encubiertos de una supuesta reelección y los planes transnacionales de construir una ciudad modelo.
Como una psicosis colectiva los hondureños se han volcado a opinar por todos los medios de las reformas del artículo 5 constitucional que destraba las prohibiciones para realizar las figuras del plebiscito y el referéndum, unos en contra y otros a favor, pero de manera subjetiva, sin analizar correctamente y con todos los elementos científicos y reales necesarios para discernir y mantener una posición objetiva, firme y solida.
El sectarismo, sin lugar a dudas, hace presa de la ciudadanía y cada quien se despacha con opiniones incorrectas y fuera de lugar, porque la discusión del tema se diluye en cuestiones triviales, supuestos y elucubraciones que no dejan ver con claridad los problemas medulares del fenómeno que nos ocupa.



En este sentido, nos haremos la siguiente pregunta: ¿Cuál es el meollo de la reforma del artículo 5 constitucional?
En primer lugar, destrabar las prohibiciones que premeditadamente le impuso la legislatura anterior para evitar que se consultara al pueblo en la idea de una Constituyente que reforme la Ley Fundamental de la nación.
Al reformar este polémico artículo, se da la oportunidad de que las figuras del plebiscito y referéndum puedan aplicarse con mayor facilidad para que el soberano plantee sus inquietudes a los grandes problemas jurídicos, políticos, económicos y sociales que enfrenta desde hace mucho tiempo el país.

Esta realidad significa que la tesis de Mel Zelaya, sobre la consulta popular, a través de la Cuarta Urna para establecer una Constituyente, era correcta y por ese hecho fue defenestrado.
La verdad siempre prevalece, aunque se pretenda escamotearla con los subterfugios más inverosímiles.



El contenido de la reforma es positivo aunque los autores lo pretendan utilizar para otros fines muy distintos a los del pueblo. Veremos si las fuerzas progresistas y el Frente Nacional de Resistencia Popular, FNRP, permiten los designios planificados por la derecha. Una cuestión son las ideas de los conservadores y, otra muy distinta son los resultados prácticos de esos deseos.



Nadie puede esperar de un congreso reaccionario soluciones a los problemas fundamentales de la sociedad, pero las reformas en la sociedad capitalista y en momentos oportunos bienvenidas sean porque nos permiten dar pasos importantes y cambiar las condiciones en el marco político en que desarrollamos la lucha.



Hoy por hoy, el que crea que en Honduras el socialismo está a la vuelta de la esquina, está totalmente equivocado. Solo con cambios y transformaciones en el contenido del gobierno se puede aspirar a resolver problemas como el de la Constituyente y la “refundación” de Honduras. Evitemos los extremos y conformaremos una correcta y triunfante plataforma de lucha.

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