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lunes, 29 de noviembre de 2010

Entre la coprolalia y la falsedad por Victor Meza

En los gabinetes ministeriales, como en la viña del señor, hay de todo y para todos los gustos. En el actual, conviven ministros serios y prudentes con otros que no lo son tanto, sin olvidar aquellos que se comportan como auténticos bocazas coprolálicos. Los hay para escoger, en oferta tan disímil como variada.

Con frecuencia, algunos ministros y otros funcionarios importantes del actual gobierno ofrecen declaraciones públicas que comprometen no sólo la imagen del régimen sino también los esfuerzos políticos del Presidente. Sin importar que don Porfirio Lobo lleva ya casi un año esforzándose por persuadir a sus críticos y adversarios internacionales para que reconozcan su gobierno y validen su legitimidad como sujeto real del derecho internacional público, nunca falta uno que otro ministro que abiertamente menosprecia la importancia de la comunidad internacional o subestima la pertenencia a tal o cual organismo internacional, cuestionando, de paso, la trascendencia de los afanes presidenciales.




Sin quererlo –concedamos, pues, el beneficio de la duda-, asumimos que tales funcionarios no son plenamente concientes del daño que le hacen a la política exterior del país y a la credibilidad que don Porfirio busca afanosamente en los cónclaves internacionales. Al descalificar alegremente la importancia de los organismos internacionales –regionales o universales-, esos funcionarios dan muestras de una ligereza tan irresponsable como dañina, además de una ignorancia tan lamentable como penosa. Pero no solo eso: reflejan una arrogancia pueblerina, que privilegia la autarquía rural en un mundo tan plural como globalizado. Y, en suma, con sus pronunciamientos perjudican a Honduras y ponen en ridículo al gobierno que supuestamente sirven y defienden.



Otros, en un afán desmesurado por el protagonismo mediático, no vacilan en anunciar conspiraciones galácticas y acusar a otros países de promover una real o supuesta campaña para desencadenar acciones armadas en contra del actual gobierno. Son historias que tienen un cierto tufillo a provocación planificada, a maniobra de desinformación cocinada en los pasillos de los llamados servicios de inteligencia. Los hondureños ya tenemos suficiente tradición acumulada para olfatear y rastrear el origen de estas manipulaciones y detectar el objetivo último que persiguen.



Quienes urden estas elucubraciones subestiman la inteligencia de la gente y, por lo mismo, sobrestiman su propia capacidad para engañarnos. Se equivocan dos veces, por partida doble. La sociedad hondureña de hoy no es la misma de los primeros años ochentas del siglo pasado, cuando, por ejemplo, los funcionarios del gobierno de entonces negaban las evidencias y afirmaban, sin que se les arrugara el rostro, que en Honduras no existían campamentos de ex guardias somocistas que, desde nuestro territorio, atacaban al gobierno de Nicaragua. Habían convertido la mentira en una categoría especial, tan difundida como cotidiana, de la política exterior del país. Pareciera que ciertos funcionaros actuales añoran esos tiempos y quieren repetir la experiencia. Vano intento, porque la Honduras actual ya no es la misma de entonces. Ha corrido demasiada agua bajo los puentes y los hondureños de hoy están mejor informados, son más críticos y están más organizados y movilizados.



En los últimos doce años, la sociedad hondureña ha pasado por dos experiencias extraordinariamente importantes, que han dejado su impronta profundamente grabada en el imaginario colectivo y en la conciencia social. Me refiero al huracán Mitch en 1998 y al golpe de Estado en el año 2009. Ambos acontecimientos han sido tan decisivos que es dable hablar de una Honduras post Mitch y una Honduras post Golpe. Esas dos Honduras, fundidas en una sola dinámica social, son las mismas que, convertidas en una, desfilan por las calles, condenan el golpe de Estado y exigen castigo para los responsables. Es la nueva Honduras, generadora constante de ciudadanía activa, múltiple, plural, creadora, sin dogmatismos estériles ni ideologismos desquiciantes. Es la Honduras que, en julio del 2009, dio comienzo a su propio “mayo francés”, aquel magnífico movimiento social de 1968 que, iniciado en Paris, conmovió los cimientos más profundos de Francia entera. Es la nueva Honduras, la de “potente aurora” que vaticinó Pompeyo del Valle en un magnífico poema, hoy lamentablemente tan olvidado como casi desconocido.



No es posible engañar a esta Honduras con las mismas y ya resabidas mentiras del cercano ayer. Los fabricantes de patrañas, los funcionarios coprolálicos que transmiten tales desinformaciones y farsas, desconocen al público que pretenden engañar y, cual trujamanes de feria, insisten en darnos gato por liebre.



No en balde el propio Canciller del régimen, urgido para que presente notas de protesta ante el país vecino que supuestamente alienta la inventada subversión, mostrándose cauteloso y distante, ha exigido pruebas a los voceros de la coprolalia antes de embarcarse en una acción que, además de comprometedora, puede resultar contraproducente y ridícula.



Don Porfirio Lobo, conocedor de estos ardides y manipulaciones, no debería hacerles el juego a aquellos que, en nombre de una supuesta labor de inteligencia, se dedican a planificar mentiras y diseñar estrategias para una segura derrota.

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