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miércoles, 4 de agosto de 2010

¿Qué necesita la lucha? ¿vanidad o desprendimiento? por Gustavo Zelaya

Recientes discusiones políticas relacionadas con el FNRP han mostrado que entre algunos de sus miembros existe interés por convertir al Frente en una especie de reflejo de la práctica uruguaya y aprovechar las enseñanzas que puedan desprenderse de tal experiencia. Eso no es extraño ya que la lucha popular no está aislada y siempre debe apoyarse en otras propuestas, para construir algo más acorde a las exigencias locales. Del mismo modo hemos escuchado afirmaciones en boca de liberales afirmando ser parte de movimientos de la Resistencia que son respaldados por Mel Zelaya y que han sido desmentidos por el Coordinador General del FNRP.

Otros han rechazado cualquier intento divisionista que debilite la Resistencia por ser parte de una maniobra oligárquica, hay también los que tratan de no discutir sobre esos asuntos por temor a posibles fraccionamientos de la Resistencia Popular.



En esto hay varias cuestiones interesantes: ¿por qué temer a la discusión fundamentada? ¿Realmente sabemos cuál el sentido de la crítica que propuso Marx, por ejemplo? Tal vez olvidamos que la Resistencia no es un todo compacto y homogéneo, y se borra de la memoria que en esa diversidad es donde se ha descubierto su mayor fortaleza; parece que hay temor a la apertura realmente democrática; incluso, no consideramos que la palabra “democrática” tiene una raíz burguesa, y algo todavía más curioso: la mayoría de los que opinamos en medios electrónicos no somos parte de ningún organismo de dirección de la Resistencia, no representamos siquiera a alguna organización, y, con la mayor vanidad del mundo, creemos que alguien nos lee y toma en cuenta estos criterios. Yo me coloco dentro de los que suponemos tal cosa.



En todas esas discusiones muchos saltan molestos y exigen que se reconozca con “respeto” las ideas contrarias. Si alguien quiere saber lo que otros creen y exponen sobre “sus” ideas, en ningún momento se debe aprobar con respeto y tampoco despreciar las razones del porqué fueron expresadas; hay que tantear esas ideas, conocerlas, meternos en ellas, descubrir sus límites, hacer a un lado sus carencias, revisar la experiencia histórica, y con lo mejor de esas ideas, con las nuestras y las de otros, generar opciones superiores, de mayor calidad, que contengan lo mejor de lo anterior y que contribuyan a edificar formas de vida más equitativas y más justas para poder coexistir en el mundo. Este es uno de los sentidos de la crítica en donde no se respeta a las ideas sino que se les discute para mejorarlas. En tal práctica crítica lo único respetable es la persona que expone ideas.



El respeto a las personas y a sus aspiraciones particulares debe ser uno de los elementos fundamentales de la política alejada de la tradición conservadora-golpista; y no pensarlas como posible objeto de investigación, sino que se trata de entender su realidad, su historia, sus angustias, sus rabias, sus afectos, la manipulación y explotación que se ha hecho de su vida; desde aquí es que podrían surgir propuestas de transformación y no exclusivamente del análisis supuestamente objetivo.



En mi caso, muchas de las cosas escritas a propósito del golpe de estado del 28 de junio, con motivaciones egoístas, de forma muy parcial y fragmentada, sobre temas de identidad nacional, Manuel Zelaya Rosales, la jerarquía eclesiástica, algo de ética, Barak Obama, los periodistas, Pepe Lobo, y en general sobre los golpistas, tendrían que experimentarse en la subjetividad de los lectores, en su aceptación o rechazo se mostraría que no son más que intentos de aproximación a la realidad dirigidos a personas que viven en situaciones que desconozco, con problemas que supongo entender; escribiendo con la expectativa de poder ayudar a su autonomía y liberación, incluyendo su rechazo y su libertad frente a mis propuestas.



Los que proponen discutir sobre un Frente Amplio sin tomar en cuenta los efectos actuales en Uruguay, los que organizan marchas aisladas, el periodista del medio alternativo, el teórico marxista, los que aspiramos a opinar con fundamento, el dirigente sindical que no toma en cuenta las consecuencias de sus actos personales, el dirigente ungido por la masa, el líder de buen vestir, el antiguo miembro del Poder Ciudadano que dice tener derechos ganados por su sacrificio, el intelectual puesto al lado del pueblo, todos los que estamos en esta onda, en muchas ocasiones suponemos que a la gente, algunos dicen al “pueblo”, tenemos que enseñarle la forma correcta de la democracia, de la libertad, de la justicia, y esto es una demostración del endiosamiento, la pedantería y el desconocimiento de varias complicaciones centrales: ¿Quién toma la palabra y quién debe mantener silencio? ¿Quién posee sensatez y quién se muestra testarudo en sus creencias? ¿En los debates sólo deben participar los más versados? Los que opinamos ¿sabemos de qué se trata el asunto o sólo es el puro afán de aumentar la vanidad? ¿Tenemos algo que prometer? En vez de promesas ¿Sabemos algo de la realidad?



Posiblemente estoy equivocado pero creo que esto nos perturba a todos y a todas, en tal sentido podemos poner algún granito de arena en la solución, la mujer desde su trabajo, el estudiante que creamos menos calificado, el campesino mal alimentado en su cuerpo y en su espíritu, el honesto militante, el académico, la que reparte propaganda, el zapatero, el poeta, la rockera, los que están afuera del país, los internacionalistas solidaros, en fin, en ellos debe reconocerse y aceptarse el derecho de exclamar con fuerza: aquí estoy, miradme que también soy persona que piensa, tengo ideales, profundos deseos, necesidades físicas, aspiraciones culturales, y ustedes líderes, ustedes expertos, no bajan de esa nube y no me preguntan si tengo algo que aportar en sus extensos relatos.



2 de agosto de 2010

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