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lunes, 1 de marzo de 2010

Ante la represión, la organización popular

Ricardo Salgado

Las constantes violaciones a los derechos humanos en Honduras, sumadas a las ejecuciones extrajudiciales llevadas a cabo por grupos armados, evidentemente relacionados con las Fuerzas Armadas, y con el apoyo incondicional de grupos económicos locales y extranjeros, demuestran la necesidad de establecer de forma inmediata una estrategia efectiva para defender la integridad física y mental de aquellos que nos oponemos a un régimen ya oprobioso por la forma cínica en que ignora los problemas esenciales por los que atraviesa nuestro pueblo.



Lamentablemente, debemos entender que la posición de la comunidad internacional respecto al régimen actual no puede permanecer inerte indefinidamente. Los anuncios hechos por presidentes de naciones comprometidas con el bienestar de los pueblos de América Latina, en relación a la búsqueda de una salida a la crisis hondureña, que incluya una negociación con el régimen de Lobo Sosa, demuestra a las claras un pragmatismo que entiende la correlación de fuerzas actual en este país.



No se debe entender este pragmatismo como una forma de traición. Más bien debemos comprender que los presidentes, con un gran realismo, buscan políticamente aliviar la carga de la represión que llevamos a cuestas. Básicamente se comprende que nuestro movimiento pacífico está expuesto a la posibilidad de ser llevado al extremo de la represión, del mismo modo en que se ahogaron en sangre otros movimientos patrióticos en países como Argentina o Guatemala en el pasado reciente.



Nuestra tarea fundamental debe centrarse ahora en seguir los lineamientos establecidos por el Frente Nacional de Resistencia Popular; organizar, formar y movilizar al pueblo hondureño, son tareas esenciales requeridas para llevar adelante un proceso de construcción de poder desde la base, para llegar a entender concretamente el significado de muchos de los conceptos que hoy pretendemos transmitir a nuestro pueblo.



Cuando hablamos de Asamblea Nacional Constituyente, debemos enfocar nuestros esfuerzos en la determinación más exacta posible de las aspiraciones que tiene el ciudadano común; en medio de este proceso de reencuentro con los valores esenciales de la ciudadanía nos encontraremos también con la posibilidad de defender más eficazmente la seguridad física y mental de nuestros compañeros y compañeras.



Muchos probablemente piensen que la idea de llevar adelante un proceso pacífico, es una muestra de debilidad y cobardía; de hecho, muchas manifestaciones de esta naturaleza han sido vertidas a lo largo del periodo post golpista; esto denota, sin embargo, la falta de capacidad de análisis sobre las posibilidades actuales de nuestro movimiento. De ninguna manera pretendemos soslayar el derecho a la legítima defensa y a la acción revolucionaria que tenemos; pero debemos establecer con toda responsabilidad, que una aventura al margen de los planteamientos pacíficos ya establecidos, sería darle una enorme ventaja a la oligarquía que pretendemos derrotar.



La historia reciente nos demuestra la ineficacia manifiesta de las iniciativas internacionales para detener la ferocidad de la represión con que se ensañan los fascistas locales contra todo aquello que huela a cambio. A pesar de todas las condenas internacionales, el aislamiento económico y el repudio generalizado de todo el mundo civilizado, el régimen, ya sea micheletista o porfirista, no ha escatimado esfuerzos por intimidar, amedrentar e incluso asesinar gente inocente, y lo más probable es que, de no suceder algo extraordinario, la maquinaria represiva seguirá cobrando víctimas.



Nuestra obligación ahora es tratar de entender los movimientos que se hacen a nivel internacional en relación al reconocimiento del régimen asesino. Debemos ver con claridad, que no es lo mismo que Álvaro Uribe reconozca y apoye decididamente al gobierno ilegítimo, que los presidentes de la ALBA busquen alternativas de acercamiento con la dictadura. Desde un punto de vista práctico, las democracias populares de América Latina poseen pocas alternativas fuera de la diplomacia para cambiar la realidad hondureña.



Existen muchas discrepancias sobre la conveniencia de mantener o no un cierto grado de clandestinidad entre los miembros del frente nacional de resistencia popular; algunos piensan que la mejor postura estaría en replegar las actividades y bajar el perfil de las personas más activas del frente (aquí no nos referimos únicamente a la dirigencia); otros pensamos que debemos actuar abiertamente y no ceder el espacio que históricamente hemos entregado en medio de las mayorías de nuestro pueblo.



Es cierto que corremos el riesgo de que nos apliquen la misma estrategia colombiana de llamar a la oposición a la libre participación política con el fin de eliminar físicamente a los líderes más representativos de los intereses populares de ese país. Sin embargo, ya tuvimos la experiencia amarga de ser aislados, aniquilados, neutralizados y aislados de nuestro pueblo; hoy debemos asumir con firmeza el riesgo que implica esta gesta patriótica.



De ningún modo hay que confundir esta posición con una invitación a la inmolación de nuestra valiosa gente; participar abiertamente significa maximizar los esfuerzos por organizarnos, formarnos y movilizarnos. En la medida en que logremos una integración orgánica más eficiente estaremos en mejor disposición de adoptar estrategias y tácticas de seguridad, que hoy se nos niegan, lo que es aprovechado con ferocidad por las bestias fascistas al servicio de la reacción internacional.



Tampoco debe ir la idea de la participación política abierta en menoscabo de la intensa, valiosa y efectiva labor de las organizaciones de defensa de los derechos humanos, que se han mantenido firmes y vigilantes, a pesar del gran riesgo inherente a su loable labor. El trabajo de denuncia debe intensificarse hoy más que nunca, y los organismos de defensa de nuestros derechos deberían recibir el apoyo incondicional de todos los sectores en resistencia.



La participación política abierta nos debe permitir multiplicar los niveles de conciencia requeridos para que nuestra lucha sea exitosa. Sin lugar a dudas, se hacen ya muchos esfuerzos y actividades de diversa índole dentro del FNRP, y que éstos producen valiosos resultados en el campo de la organización popular, muestra de ello se encuentra en el articulo publicado en diario la tribuna del día 23 febrero, en su página editorial, por el costarricense Federico Álvarez, miembro prominente del Opus Dei y la UCD, que afirma, entre otras cosas, que la resistencia trabaja incansablemente en labores de organización con altos niveles de eficiencia. Si bien el fin del artículo de Álvarez es justificar más represión, el mismo demuestra que nuestro adversario político entiende muy bien hacia dónde debe dirigir su atención.



Ahora bien, todos y todas debemos tener presente el hecho de que en nuestra lucha no se trata de hacer lo posible, sino de hacer lo necesario para conquistar el poder de la nación. Esto significa una cuota extra de sacrificio en el trabajo, el cual entendemos todos no es remunerado monetariamente, así como un nivel elevado de compromiso y alta moral entre nuestros miembros.



Muchos planteamos a lo largo de los últimos meses la necesidad de ofrecer una alternativa real de acceder al poder del país al pueblo, hoy nos encontramos estructurando está posibilidad y lo menos que podemos hacer aquellos que insistentemente lo invocamos es integrarnos y comprometernos a ofrecer lo mejor que tenemos para alcanzar nuestros objetivos. Justo aquí, en el laberinto de la crisis del sistema neoliberal que nos asfixia, se nos presenta la gran oportunidad de juntar la teoría y la praxis para alcanzar un estadio superior de desarrollo histórico.



La mejor forma de enfrentar al enemigo es demostrándole que somos irreductibles; que somos un solo puño y que no importa lo que hagan, le vamos a derrotar.



Vamos entonces a organizarnos, todos y todas, sin distingos de ninguna índole, entendiendo que todos somos hondureños, sin olvidar los sacrificios a que han sido sometidos muchos y muchas, y dando lo mejor que tenemos cada vez que sea necesario.



Debemos ser solidarios con todos aquellos que, de una u otra forma, han estado vinculados a nuestras luchas. Los fascistas entronizados hoy en el ministerio público y en la corte suprema de justicia, cómplices activos de de toda la barbarie llevada adelante por los gorilas, se ensañan contra compañeros que regresan del exilio y los exponen a la humillación pública a través de los traficantes de información; a estos compañeros les debemos también toda nuestra solidaridad y esperamos que se integren pronto a la representación legitima de los intereses de nuestro pueblo: el Frente Nacional de Resistencia Popular.

VOS SOBERANO

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