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lunes, 14 de diciembre de 2009

Honduras: Subasta democrática

La crisis hondureña no ha terminado. Las elecciones provocan el reacomodo de algunos y la insistencia de otros. En cualquier escenario la polarización no disminuye. Por José Zepeda, Director del Departamento Latinoamericano de Radio Nederland Artículos de Radio Nederland editados en Rebanadas: Artículo relacionado:


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Rebanadas de Realidad - Radio Nederland, 09/12/09.-Aún no se habían cerrado las urnas cuando comencé a escribir esta reflexión. Ya sé que debería seguir los consejos de los periodistas avezados que recomiendan mesura, distancia de los acontecimientos, frialdad en el análisis, no dejarse llevar por emociones ocasionales. Pero es que cuesta aceptar que se pretenda traicionar a la democracia en Honduras sin que lo parezca.

Zelaya no es un ángel de la libertad, ni un político comprometido desde joven con las causas populares, es sabido que se había ganado el rencor de mucha gente por prácticas de dudosa estirpe democrática. Zelaya no es el artista inocente de este culebrón centroamericano, y no estará en el altar esperando a la novia, como sucede inexorablemente en el último capítulo. Pero no ha sido condenado, ni juzgado. Al contrario, lo han sacado a los tirones de la serie en un episodio escabroso que se parece demasiado a viejos vicios totalitarios de oligarquías cobardes que consiguen mantener por mano ajena sus prebendas.

El premio Nobel de la Paz, Óscar Arias, siempre dijo que lo fundamental era la preservación de la democracia. Nada ha sucedido para cambiar de opinión. Lo que pasa, y hay que pregonarlo, es que Micheletti y los suyos, empresarios, militares, jerarquía eclesiástica, parte importante de la población, y toda una gama de medios de comunicación, han creado una realidad virtual afín a las argumentaciones de la destitución presidencial. Hay razones, ciertamente. Zelaya tiene responsabilidad fundamental en el drama. Pero, ¿cambia esto en algo el principio elemental de la defensa democrática, del Estado de derecho? Los activistas de los derechos humanos que apoyan a Micheletti esgrimen que la corrupción tenía el sello de los de Zelaya, que el Presidente pretendía hacer una consulta popular traicionando a los dictados de la Constitución, que Zelaya se había aliado al diablo de Chávez. Si todo esto era cierto y mucho más, ¿por qué no aplicarle la ley? ¿Por qué no afirmarse en la jurisdicción del país? ¿Por qué la pachotada, el gesto dictatorial del poderoso? ¿Por qué la agresividad del arrogante que se considera dueño del país y manda a sus peones a hacer la tarea sucia?

Naturalmente, hay que guardar la compostura. Ya han salido los que reclaman que el acto electoral transcurrió con normalidad, por lo que habrá que respetar la voluntad del pueblo. Otros llaman a la mesura, dicen que no se puede arriesgar herir más al pueblo. Una de las declaraciones más estrambóticas es la que asegura que “no se reconocen los comicios pero tampoco se ignoran”, algo así como “ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario”. Finalmente, la mayoría silenciosa aprobará cualquier cosa con tal de no ganarse problemas mayores, ni correr el riesgo de irritar al nuevo presidente Obama, que tantas cosas buenas ha prometido. Por último, la OEA, se verá, probablemente, en la obligación de santificar lo sucedido con el argumento incuestionable de que eso, y sólo eso, es lo que quieren las naciones latinoamericanas. Quien esté en contra será un aliado voluntario o inconsciente de Chávez y los comunistas mentirosos de toda la vida. Por eso Lula es ahora una figura sospechosa, lo mismo que el gobierno Argentino, o del Uruguay.

¡Qué culebrón! ¡qué sainete tropical! Hay que ponerse de pie para aplaudir. Parece ganar la partida la complicidad. Se ha consumado exitosamente un inédito, ingenioso, repetible, modo de deshacerse de los indeseables sin que ello parezca grotesco golpe de Estado. Hay que patentarlo. Y cuando nos pregunten en un futuro impredecible, si estuvimos de acuerdo, bajaremos la cabeza en un gesto hipócrita de contrición culpable; o mejor todavía, levantaremos la voz, pondremos cara de triunfadores de nuevo estilo y diremos a voz en cuello: “la democracia no tiene precio, carajo”.

El presente material se edita en Rebanadas por gentileza de José Zepeda, Director del Departamento Latinoamericano de Radio Nederland / Web

Rebanadas de Realidad - Buenos Aires, Argentina

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